Riesgos críticos

La Oficina Nacional de Auditoría del Reino Unido acaba de publicar que los controles aduaneros costaron 5.500 millones de euros de gastos adicionales y cargas administrativas (antes innecesarias) durante estos últimos tres años que se importaron el 80% de los alimentos que consumieron. Por eso, quienes cruzan la frontera por el Eurotúnel, quedan espantados ante los kilómetros de camiones haciendo cola para esos trámites. Es la historia (triste) de un error. Y eso sin contar el enorme problema político con Irlanda del Norte.

Digámoslo claro: desde Rusia con amor propiciaron -con fervor- tomar las decisiones equivocadas, que -hoy lo sabemos- ayudaron al Reino Unido a darse el tiro en el pie que supuso el Brexit. Los auditores británicos ponen en libras el coste del tiro. Por eso, arreciarán las amenazas de  desinformación en el futuro, como vaticinan todos los expertos. Veámoslo.

Amenazas

Cada año, durante el mes de enero, la élite mundial acude al Foro de Davos. Esta reunión ha ejercido durante más de medio siglo como una plataforma global donde líderes de empresas, gobiernos, organizaciones internacionales, la sociedad civil y el mundo universitario se juntan para abordar y discutir las principales cuestiones de interés para las finanzas internacionales y los Estados. Uno de sus principales documentos de conclusiones se basa en la Encuesta de Percepción de Riesgos Globales, que recoge las opiniones de 1.500 expertos universales, entre empresarios, políticos o académicos.

En 2024, el optimismo entre los encuestados fue escaso. Más de la mitad (54%) prevé un grado significativo de inestabilidad y un riesgo moderado de catástrofes mundiales en los próximos dos años. Otro 30% ve las cosas aún peor, previendo un inminente periodo «tormentoso» o «turbulento» en los próximos dos años. Ampliando esa visión a la próxima década, el pesimismo entre los encuestados aumenta: dos tercios anticipan el orden mundial hecho unos zorros antes de 2034.

Ciberataques

De todas estas cosas (y de otras más del trabajo diario) hemos hablado en el seminario organizado por la Diputación de Cáceres. Hasta ahora el principal riesgo parecía señalar a las pandemias o al cambio climático. Desde el año 2021 nos advierte de un posible ciberataque con devastadores efectos similares al COVID19. Así, el medio ambiente parece aparcado ante ese enorme ataque informático. El tono me recuerda al tradicional de las proclamas ecologistas: “a menos que se tomen medidas ahora, en 2025 la tecnología de nueva generación, en la que el mundo confiará cada vez más, tiene el potencial de derrotar las defensas de la comunidad de seguridad global”.

Salón de actos de la Diputación de Cáceres

En el pódium de los riesgos, ese millar y medio de VIPs globales señala también la desinformación o la difusión de noticias falsas como elemento principal de conflicto, así como la polarización de la sociedad. Aquí también interviene la tecnología digital y las redes sociales. El informe anual revela un mundo «plagado por un dúo de crisis peligrosas: el clima y el conflicto». Estas amenazas se enfrentan a un contexto de cambio tecnológico que se acelera rápidamente, así como la incertidumbre económica.

El café es el mejor momento de cualquier seminario

Junto a esas persistentes amenazas, todos tememos abrir un día nuestros ordenadores y encontrar un generalizado Error 404, web no encontrada. Vivimos conectados y nuestros servicios públicos (o privados) también. La revolución que supone internet en el campo de las comunicaciones permite a un usuario comunicarse con otro desde cualquier parte de la red. Un colapso mundial se considera conceptualmente imposible, lo que se comprueba cuando, por sabotaje o accidente, se corta alguno de los cables oceánicos: la información llega por otro lado merced a sistemas redundantes de 508 cables submarinos. Aunque junto al corte físico existe también el bloqueo interno. El panel de expertos de Davos tiene razón; un colapso prolongado sería el caos merced a nuestra dependencia de la tecnología digital. Los transportes, la banca, la sanidad … no quiero ni imaginar el escenario.

Todos percibimos que estamos al borde del abismo desde hace demasiado tiempo y nos hemos acostumbrado al vértigo. Por ejemplo, el Índice Dow Jones de la bolsa norteamericana lleva disparado desde hace más de una década, y hoy en su máximo histórico (duplicado desde la pandemia). Las autoridades europeas están preocupadas ante la potencia de la economía USA (y año electoral allí) y temen que todo nuestro ahorro cruce el atlántico buscando esa notable rentabilidad frente a nuestras clásicas fábricas. De las 50 empresas tecnológicas más valoradas del mundo, sólo cuatro son europeas. Además, los valores tecnológicos de Wall Street han duplicado su cotización en los últimos meses.

Reflexiones europeas

Por eso, el 3% del PIB europeo escapa anualmente a financiar esa industria americana. Toda una vía de agua en nuestro buque comunitario, que no puede vivir sólo de la financiación pública. No estamos hablando de ningún despiadado bróker sino de los fondos de pensiones o de inversión de trabajadores o clases medias europeas.  Tengamos en cuenta que algunos de esos fondos superan el billón de dólares y acabarán inviertiendo en los potentes y beneficiosos fondos tecnológicos norteamericanos, con multitud de iniciativas innovadoras en los modernos campos de la vida digital. Después surgirá la paradoja europea: volverán a comprar empresas de la UE ¿Hay contradicción en ese escenario económico y el pesimismo de nuestros grandes expertos? ¿Es la orquesta del Titanic?

Los últimos en sumarse al penoso diagnóstico han sido los expresidentes italianos Mario Draghi y Enrico Letta, en sendos informes encargados (separadamente) por la Unión Europea sobre la competitividad y el mercado único, cuyo argumento vamos conociendo. “Estamos ante la última oportunidad”, advirtió Letta en la presentación su informe al Consejo Europeo. “un cambio radical es necesario” apuntó Draghi hace unos días anticipando un contenido que se presentará tras las elecciones europeas del 9 de junio, las más importantes hasta ahora, créanme.

Predecir el futuro ¿para qué? Francis Ford Coppola nos dejó en los años ochenta “Peggy Sue se casó” (mujer madura que retrocede a su vida adolescente), quizás una de las películas más relajadas, pero no por ello carente de sustancia melodramática con la valiente reflexión sobre cambiar el futuro, tan popular en esa década. La docena de actores (principales, secundarios o figurantes) que pululan por la cinta acabaron siendo estrellas. Da gusto verlos cuarenta años más jóvenes. Por otro lado, para muchos la película es un desdoro ante la lista de grandes joyas de Coppola, pero seguro que si éste pudiera volver atrás para no acometer esa obra que casi le arruinó (una de tantas) y nos privara de ella, quizás el efecto mariposa sería fatal para el cine y no tendríamos la saga de El Padrino ni el Premio Princesa de Asturias de las Artes en 2015. Por cierto, el tozudo director no aprende ni cumplidos los 85 años. Acaba de enterrar 120 millones de euros en Megalópolis porque ningún estudio quiso producirla, ante las malas perspectivas. Tenemos que ir a verla, que se estrenó la semana.

Un comentario en “Riesgos críticos

  1. Pingback: Siglo y medio fiscalizando (I) – Fiscalizacion.es

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