Decía un famoso jugador de baloncesto que cuanto más entrenaba más suerte tenía. A mi me pasa algo parecido. Cuanto más me ocupo en saber más me preocupa la actual situación. Muchos me habéis escrito correos privados con curiosidad por mi silencio bloguero en tiempo de cuarentena. En otras circunstancias sería una época fructífera, pero en la actualidad me cuesta escribir sin sentirme como uno de los violinistas del Titanic.
Nielsen clasificó hace unos años a los jóvenes con una misma forma de comportarse. En realidad sus miembros no tienen una edad similar, menores de 30 años y viven hiperconectados en el siglo de las redes porque la mayoría son nativos digitales. Les llamó generación C por su conexión permanente, también valdría la C por comunicación o creatividad, como pusimos de manifiesto hace trece años es este post.
La “C” de la que hoy quiero hablar proviene de Coronavirus o de Confinamiento. Avanzamos hacía un nuevo modelo de relaciones sociales y económicas.
Economía del encierro
Como en el llamado modelo Kübler-Ross, las etapas frente a cualquier tragedia (comúnmente una enfermedad terminal) fui atravesando las cinco fases: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Como titula la prestigiosa MIT Technology Review, “Aceptémoslo, el estilo de vida que conocíamos no va a volver nunca”. El editor en jefe de esa revista Gideon Lichfield, nos avisa: en los próximos meses, puede que años, viviremos en una economía de pandemia donde algunas actividades de masas deberán adaptarse. El transporte de viajeros o futbol, por supuesto, pero también la educación así como tantos y tantos congresos presenciales que han constituido durante años un foro de crecimiento personal y profesional. La noble tradición hispana de ir de cañas o de sidras … ¿sobrevivirá?.
La buena noticia es que estamos mejor preparados para sobrellevar una permanente economía de pandemia
La buena noticia es que estamos bien preparados para sobrellevarlo. Mucho mejor que tan sólo un par de décadas (imaginaos si hubiera pasado esta pandemia durante los años noventa). Nos hayamos inmersos en una economía bajo demanda donde el Smartphone y el comercio electrónico forman parte de nuestra vida cotidiana que ya consumía el 20% de nuestro PIB. Esa estadística ha quedado obsoleta porque aumenta en la primera parte de la oración y disminuye en la segunda. Ayer hice mi pedido on line al supermercado y me dieron una semana de plazo para traérmelo a casa, cuando antes era de un día para otro. Estamos todos a lo mismo. Quizás antes era cosa de jóvenes o de la clase media y ahora se amplió trágicamente al espectro de clientes.
Tras el 11-S, los viajes se hicieron mucho más seguros (aunque sea una lata descalzarse…) y presumo que habrá otra nueva vuelta de tuerca para tomar un futuro avión hacia otro país. Medidores de temperatura corporal nos invadirán en muchas actividades. Surgirá un nuevo negocio, certificadores de salud que garantizan no estar contaminados. Imagino un seminario donde en la entrada una amable azafata (como en el aeropuerto) comprueba nuestra identidad pero también el salvoconducto sanitario que permite entrar en la reunión. Gideon Lichfield apunta:
“Nos adaptaremos y aceptaremos esas medidas, de la misma forma que nos hemos acostumbrado a los cada vez más estrictos controles de seguridad en los aeropuertos a raíz de los ataques terroristas. La vigilancia intrusiva se considerará un pequeño precio a pagar por la libertad básica de estar con otras personas”.
¿España seguirá viviendo del turismo? En caso afirmativo ¿será de masas como hasta ahora?
Industrias estratégicas
Lo que parece seguro es que acabaremos manteniendo junto a las infraestructuras críticas, unas industrias estratégicas que ya nunca más serán extrajeras y menos de otro continente. Determinado material farmacéutico y sanitario, por ejemplo deberá fabricarse aquí. Se removerán las dificultades (Organización Mundial de Comercio, Unión Europea) para garantizar que determinados productos estratégicos se fabriquen en España. Creo que ya no valdrá el territorio de la UE.
Se realizará por empresas privadas (otro sello más) o por industrias nacionalizadas. Pronto ese debate deberá ser resuelto. Bastaría con una Directiva y una Ley de Contratos del Sector Público que les reservase todo o parte de las compras hospitalarias a esas industrias para que no se repita nunca más el desabastecimiento hospitalario que estamos viviendo. Los chinos no se irán de rositas.

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Qué buen post! Comparto tu reflexión!
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Antonio, pensamiento lúcido como siempre. Gracias por continuar con tus publicaciones.
Como docente universitaria de Administración y Contabilidad Pública, sigo aprendiendo de esta realidad que vivimos.
Por ahora en Argentina estamos dando clases en aulas virtuales y con aislamiento obligatorio.
Extrañamos tomar un café con amigos.
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Y parafraseando, Aceptémoslo, la auditoría pública o privada que conocíamos no va a volver nunca.
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