Puestinos y perres

Me entero con retraso de que el 7 de octubre fue el Día Mundial del Trabajo Decente, una jornada promovida por la inmensa mayoría de las organizaciones sindicales de todo el mundo y una sobrecogedora celebración, por lo que tiene de amenaza. ¿Cómo puede ser?

El mundo occidental empezaba el siglo XXI creciendo a merced de una nueva y potente tecnología de la información y de las comunicaciones, que favorecía una elevada productividad. Pareció no importar demasiado que un gigante, al que todos queríamos vender, se incorporase al mundo económico, donde máquinas y robots ya estaban haciendo las tareas más duras.

Así, China fue admitida en la Organización Mundial del Comercio en el año 2001. Eso, significó, en la práctica, convertirla en la fábrica del mundo. Una descomunal factoría a la que no podemos imponer restricciones ni aranceles de ningún tipo, aunque conozcamos su dumping social o medioambiental.

Los contenedores comenzaron a surcar los mares en enormes barcos con los productos que nos traían mientras empleos e innumerables empresas deslocalizadas se movían en dirección contraria. El escenario es hoy definitivo: todo se puede fabricar más barato en Asia. Europa, no tiene más remedio que vivir en la sociedad de los servicios.

Sin embargo, la fecha de ese tratado supone para los europeos algo así como el fin de nuestra era industrial. Con ella se fueron los empleos estables, donde las empresas valoraban los conocimientos (ahora la creatividad) o la experiencia laboral (ahora la competitividad). La promoción laboral en aquella era industrial surgía a partir de los 40-50 años, mientras que ahora parece finalizar a esa edad, cuando empiezas a soportar eso que los jugadores de golf llaman handicap.

Los excelentes humoristas asturianos de Terapia de Grupo, en un agudo diagnóstico, caricaturizan esta situación, donde el único referente de empleo de calidad es la Administración Pública. “Puestinos y perres pa tós”, satirizan.

 

Negro futuro …

Por el contrario, Raimón Samsó, en su libro El código del dinero (Obelisco, 2009, 315 páginas y 15 euros) nos dice: “si te queda mucho para jubilarte, empieza a hacerte a la idea de que se avecinan cambios muy gordos”. Recomienda hacerse emprendedor o, al menos, no trabajar en algo que pueda realizar más rápido un ordenador o más barato un asiático. Su receta es: “especialízate, entrega talento no digitalizable, sé no intercambiable y cultiva la proximidad”.

¿Qué conocimientos necesitaremos en el futuro? ¡Quien lo supiera! El 95% de nuestro actual catálogo de productos y servicios no existía cuando yo nací. La movilidad será la característica de la sociedad nómada a la que vamos. Movilidad geográfica y profesional. Incluso, los tradicionales servicios europeos de consultoría bursátil, que se prestan con criterios de proximidad, ahora se ofrecen desde la India, más baratos.

Recortar los costes o reducir plantilla no servirá de nada, predice Samsó. No se trata de aumentar los beneficios sino de sobrevivir: el empleo estable, bien retribuido, con ventajas sociales se extinguirá. Como lo oye. Imagino a mi admirado “Pepe el Ferreiro” enseñando el museo etnográfico de Grandas de Salime y diciendo: “En esta sala tenemos el trabajo decente, desaparecido en la primera década de este siglo. Aquí están los conserjes y allí los directores generales. Haxa salú”. Pepe les hablará de la lealtad o del orgullo de pertenencia a una organización o a un oficio, que también se esfumaron con el trabajo “decente”.

Los jóvenes que lean esta reflexión dirán: “¡Ah, se siente! Llevo siete empleos en dos años. Ahora estáis tan pringados como nosotros”. La transformación laboral a la que nos enfrentamos parece tan profunda como inevitable. De hecho las grandes empresas, hace décadas que están rodeadas de “contratas” con condiciones laborales menos “decentes” que la principal.

Todos perpetuamente renovados en empleados temporales, transformados en trabajadores autónomos o en teletrabajadores, en cualquier nivel de la organización, cada vez más plana. Un país lleno de ETT’s de todo tamaño y objeto, moviendo sus empleados cada seis meses. Y los funcionarios no escaparemos a esta revolución.

Las diversas Administraciones Públicas, en sectores dinámicos con fuerte presencia tecnológica, se han dejado llevar por esta tendencia a la externalización (¡palabro!) temporal de trabajos. Así, durante el desarrollo de diversas fiscalizaciones, el Tribunal de Cuentas fue detectando la contratación de empresas de servicios que generaron demandas de su personal (la Oficina Española de Patentes y Marcas con 202 trabajadores afectados) que han obtenido sentencias judiciales favorables a su transformación en empleados públicos indefinidos no fijos.

El asunto dio lugar a una interesante moción del Tribunal de Cuentas de 26 de febrero de 2009, para que se evite el recurso a la contratación de servicios externos para suplir la carencia de medios personales, cuando se trate de hacer frente a necesidades permanentes de personal, relacionadas con el ejercicio de las competencias que tenga atribuidas ese organismo.

Este artículo fue publicado en el diario La Nueva España, el 23 de octubre de 2009.

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