La prestigiosa revista Nature, Premio Príncipe de Asturias 2007, dedicaba ayer su editorial a la investigación española y al nuevo impulso del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) con el sugerente título “¿una nueva edad de plata?”. Obviamente, la división de oro queda para las grandes potencias mundiales, pero la revista, al menos, sugiere un elogio.
El asunto es objeto del fuego cruzado electoral de los medios pro y contra el Gobierno, como veís más arriba. Así, el diario ABC titula: «Nature» critica el exceso de burocracia de la Ciencia en España; mientras que Público, (me mojo: en mi opinión, más acertadamente) destaca: la revista ‘Nature’ augura una edad de plata para la ciencia española.
La realidad es que, tras una lectura global y en términos generales, el editorial parece elogioso para el impulso efectuado durante la legislatura, duplicando los presupuestos de I+D, aunque mantiene la incógnita sobre los retos de la “modernización de la organización y gestión de la ciencia en España”.
Después de hacer un breve repaso histórico de la formación del CSIC, plantea su actual marco jurídico como agencia estatal (independiente) aunque dentro del sistema funcionarial de reclutamiento, con la normativa presupuestaria como eje: “como resultado de ello, la contratación de cualquier nivel es desesperadamente lenta, la contratación de extranjeros es difícil, y es casi imposible ofrecer a nadie un conjunto competitivo de los sueldos” dice el editorial.
Recuerda la revista que el CSIC ha hecho sus deberes: “ha evaluado la totalidad de los institutos, cerrando tres, fusionando otros para concentrar los esfuerzos investigadores”. Nuestro amigo Chaves califica este nuevo marco jurídico de “modelo de futuro, novedoso y optimista”, con el contrato de gestión como estrella, la máxima capacidad de autoorganización y posibles incentivos directivos. Mucha autonomía y un sistema de auditoría pública o control financiero permanente frente al clásico de intervención, con los riesgos que conlleva.
Muchos profesores suelen criticar el status de “investigador para toda la vida” del personal del CSIC, frente al modelo complementario universitario. En nuestro ordenamiento jurídico, la investigación es un derecho y un deber del personal docente universitario, al que se debe dedicar parte de la jornada laboral. Recordemos las eminentes palabras de profesor González Navarro: “la Universidad ha de investigar para llegar a saber aquello que todavía no se enseña porque aún no se sabe”.
En la actualidad, la carrera del investigador está plagada de dificultades. Nunca fue un camino fácil, pero ahora los mejores expedientes académicos no ven estímulo en seguir formándose ni en acudir al laboratorio durante el fin de semana para supervisar un experimento. La primera consecuencia es que muchos grupos competitivos tienen realizando la tesis doctoral a más estudiantes extranjeros que nacionales.
La Federación de Jóvenes Investigadores exige planificar la carrera investigadora. «Una carrera que elimine las etapas remuneradas con becas, la endogamia y la excesiva burocratización, favoreciendo a los investigadores, cuidando las relaciones universidad-empresa… Una carrera profesional planificada, coherente y convincente». Convocan una manifestación para el 1 de marzo bajo el lema; «Otra investigación es posible».
En contrapartida, ayer publicaba el BOE una macroconvocatoria para la formación y contratación de investigadores, dotadas con 257 millones de euros.
España gastó durante 2006 un 1,2% del PIB en I+D+i, la mitad que países como Francia o Alemania. Sin embargo, el sector público investigador parece estar más cerca de los indicadores de gasto europeo. Las Universidades constituyen uno de los principales agentes de gasto en ciencia con el 0,33% PIB. El sector empresas supone el 0,67% del PIB y la Administración Pública un 0,20% del PIB, todo ello durante 2006 . En comparación con otros países, la parte pública del porcentaje es significativamente superior.
Los objetivos de la Agenda de Lisboa, para alcanzar el 3% del PIB, son muy ambiciosos. Los franceses ya han arrojado la toalla. No todo puede ser obtenido vía subvenciones. El sector privado debe estar a la altura y, aunque está haciendo grandes avances, con 49.000 empresas españolas realizando innovación y 5.000 investigadores contratados durante el año 2006, la realidad es que nos estamos alejando cada día más de la media europea.
No es extraño que los programas electorales tengan a la I+D+i como tema estrella. Aquí surge una cuestión: el actual «sistema» de ciencia español ¿está capacitado para asimilar un incremento significativo en la financiación?¿Lo único que necesita es más dinero? En mi modesta opinión, nada se resolverá si no se garantiza en el largo plazo un futuro profesional para los investigadores, en las universidades y en los hospitales. Pero también en las empresas, que tienen un papel protagonista. Recordemos que una sola compañía europea como Philips, solicita cuatro veces más patentes que toda España, con sus 45 millones de habitantes y la aureola de octava economía mundial. Por eso no debe extrañarnos que la noticia científica del día se titula “fritanga para la furgoneta”. No os la perdáis.
Cuentan que el comandante Cousteau, cuando tenía casi ochenta años y se adormecía en algunas reuniones, escuchó durante una conferencia en la UNESCO, que uno de sus acompañantes murmuraba «eso es imposible», entonces se despertó y dijo: «esto me interesa». La productividad del investigador tiene poco que ver con las actitudes geniales y más con lo que debe ser una industria: unos objetivos, una organización y una rutina. Entonces nuestra niña, que quiere ser investigadora, pregunta: ¿cuándo podré demostrar que yo también soy un genio? Pues probablemente nunca; probablemente te pasarás la vida entre contratos precarios y a las órdenes de ese tío que tampoco es un genio. Vamos, como en cualquier empresa.
Foto: Una investigación (1897), cuadro de Joaquín Sorolla, perfectamente explicado aquí
Una versión de este artículo y del precedente fue publicada en el diario La Nueva España, el dia 9 de marzo de 2008.
Un admirado, laureado y querido catedrático me escribe un correo con este texto:
Creo que sigues la línea de los investigadores oficiales, para concluir que se necesita más dinero y que habría que alcanzar el 3% del PIB. Mi visión es diferente:
1. La investigación española, a diferencia de otros países, es solo pública. Por lo tanto ineficaz, se trabaja en temas irrelevantes o de segunda mano, para recibir un sueldo sin mas incentivos que eso que se llaman sexenios de investigación. Enfin, en un 90% de los casos se marea la perdiz y no tiene trascendencia industrial.
2. Los institutos del CSIC deberían hacer todos investigación aplicada por contrato y su presupuesto debería ser en un 30% público y un 70% del exterior, incluso en forma de consorcios industriales. Hacer del CSIC un organismo análogo a la universidad sin dar clases (pero cobrando un complemento docente) es ridículo.
3. La universidad es el lugar para la investigación básica y podría apoyar al resto de laboratorios de investigación industrial (que no existe) y al CSIC. Aquí al menos, podemos propiciar vocaciones, aunque luego acaben vendiendo escobas. Claro que si los catedráticos son mileuristas (1075 € de sueldo base, el resto complementos, buen tema para un artículo tuyo!!), pretender que estén incentivados para competir y trabajar, es ponerlos en el estatus vocacional del misionero.
Siento defraudarte, pero si en España no se dedicase un solo euro a investigación, no se notaría nada en la actividad industrial del país.
Todo lo que te expongo necesitaría una reflexión sensata, sin llegar a la conclusión simple de que hace falta mas dinero público. Cuando hay contratos y obra (es decir proyectos) se debe hacer investigación, si no los hay pues igual que se hace en la construcción: los obreros a la calle. Eso es Holanda, por ejemplo.
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