La semana pasada, el catedrático de derecho Administrativo, Ricardo Rivero Ortega, tomaba posesión del Rectorado de la Universidad de Salamanca en una ceremonia tradicional y emotiva. Ante la comunidad universitaria, se despoja al rector saliente de los atributos del cargo -que vuelve a su cátedra- y se le imponen a su relevo. Un acto tan simbólico otorga una magnífica ocasión para reflexionar sobre la situación actual y las perspectivas de futuro de nuestras instituciones de educación superior.
La comunidad académica española viene acogiendo con bastante desconfianza la clasificación anual de las 500 mejores universidades del mundo, el conocido “ranking de Shanghai”, donde solemos colocar apenas una decena de instituciones. La gran ponderación de la investigación (o los Premios Nobel) constituye la explicación oficial de nuestra mala posición, que acusan a estas simplificaciones de olvidar la principal función universitaria: enseñar. Así se fundó hace ochocientos años el studii salmantini por el rey Alfonso IX de León, cuyo nieto Alfonso X (el sabio) le asignará 2.500 maravedies anuales en oro para sostener las primeras cátedras o la biblioteca. En ese tranquilo mundo medieval ya se intentaba competir con Bolonia, Oxford y París.
Los auditores británicos ante la competencia universitaria
Hace unos días, la National Audit Oficce (NAO) del Reino Unido hacía público un informe denominado “El mercado de la educación superior”. Puede sorprender que el órgano oficial de la auditoría pública británica titule de esta guisa y acepte que existe un pretendido mercado universitario. Y es que la reciente normativa inglesa atribuye la financiación de la educación superior casi totalmente en base a criterios de mercado ¿Cómo? Abonando directamente a la Universidad la matrícula del alumno mediante un préstamo (unos 9.000 millones de libras, este curso) que éste debe devolver cuando obtenga ingresos del trabajo y supere un determinado nivel de renta. Al financiar al estudiante y no a la institución educativa, el ministerio espera configurar un verdadero mercado y que la competencia entre proveedores mejore la calidad del producto y su relación con el precio.
El modelo lleva años implantado en EEUU donde está haciendo estragos entre las clases más populares pues condiciona el resto de sus vidas. En 2016, la Reserva Federal calculaba que, por este concepto, la deuda viva ascendía a 1,3 billones de dólares y afectaba a 42 millones de ciudadanos, con una morosidad del 10%. Allí, la matriculación lleva tres años cayendo: desde el curso pasado, las universidades USA cuentan con 530.000 estudiantes menos, de un total inicial de 18,2 millones.
¿Qué dicen los auditores británicos?
El informe de la NAO evidencia que solo un tercio de los universitarios aceptaban que sus cursos ofrecían una buena relación calidad-precio y se había demostrado efectiva la competencia entre proveedores. Aunque admitían que los graduados ganan un 42% más, en promedio, pero varía según las titulaciones, lo que resalta “la importancia de tomar una decisión informada” dice la NAO, pues “la deuda promedio del estudiante que termina su carrera es de 50.000 libras”. Una pesada mochila que sólo compensa si les permite encontrar un buen trabajo. Si no es así, tendrá una legítima frustración, similar a la que padecieron en España los clientes de los bancos y cajas de ahorro con sus cláusulas suelo o sus participaciones preferentes.
Los auditores reconocen que la educación superior tiene un nivel de protección al consumidor más limitado que los productos complejos de los servicios financieros. El ministerio de educación británico intenta mejorar la información disponible para ayudar a los futuros estudiantes a elegir sus estudios y su Universidad, pero solo uno de cada cinco lo usa.
La buena noticia es que la proporción de jóvenes de entornos desfavorecidos que acceden a la educación superior ha aumentado (del 21% al 26% entre 2011 y 2016) pero sigue siendo muy inferior las familias más favorecidas, que acuden a centros de mayor prestigio, lo que puede crear un sistema de dos niveles.
El informe concluye que no existe una competencia significativa.
Todo ello permite afirmar a Amyas Morse, jefe de la NAO que si se trata de un mercado, este tiene fallos y queda mucho por hacer en defensa del consumidor: “Si este fuese un mercado financiero regulado, plantearíamos la cuestión de la venta fraudulenta”. 87 de las 90 mejores universidades inglesas cobran la tarifa máxima permitida de 9.000 libras por año para todos los cursos. Una vez matriculados, los estudiantes pueden hacer poco para influir en la calidad, pues ya no pueden cambiar de proveedor.
Por si esto fuera poco, el marco retributivo para los cargos académicos ha rozado el escándalo al conocerse que la pequeña Universidad Spa de Bath -de apenas 7.000- alumnos pagó 429.000 libras al cesar a su vicecanciller (además de su salario anual de 250,000 libras) o que su homólogo de la cercana Universidad de Bath fue obligado a renunciar tras una protesta por el pago de incentivos por 468,000 libras. La prensa denunció los “directivos estrella” de las universidades de Southampton (con un sueldo anual de £ 433,000) o de Birmingham (£ 426,000) en medio de grandes protestas, máxime cuando esta última mantenía un 70% precariedad laboral.
La universidad británica a dos velocidades es una realidad, tanto si se observa desde fuera, fruto de los rankings y la financiación por objetivos, como si se escruta dentro, con académicos muy bien pagados frente a una base de profesorado pluriempleado y desmoralizado que va sobreviviendo como puede. Esto nos suena cercano y me recuerda aquel hidalgo de la Edad Media de imagen honorable y socialmente incuestionada, pese a pasar hambre y penuria.
Tengamos presente estas experiencias para que apreciemos en lo que vale la Universidad española, con sus defectos, que sin duda tiene, pero con sus inmensas virtudes y fortalezas. Si bien, durante los últimos años hemos asistido a la consolidación de la cultura del coste y de la obsesión por captación externa de recursos, cuestionando permanentemente la sostenibilidad de la institución universitaria, que sin embargo es asequible a cualquier bolsillo. Es cierto que el ascensor social –estrella de otros momentos– no funciona sin cursar un posgrado que parece la única opción para el empleo. En España, seguimos considerando la educación como un bien público que beneficia a toda la sociedad. A pesar de ello, no faltan verdaderos estudios de mercado críticos sobre la educación superior.
Baby-google llega a la Universidad
Parece que estamos en un período de transición. Hace unas semanas, la revista norteamericana Quartz dedicaba una serie de cuatro artículos al futuro de la educación superior. Titulaba: “Es el final de la universidad tal como la conocemos”. Sin embargo, aceptaba que a pesar de toda esa excitación frenética del entorno, el cambio no se sucede tan rápidamente como pudiera esperarse y, en esencia, la Universidad no ha cambiado demasiado en estos ocho siglos.
Este año se incorporan a la Universidad aquellos estudiantes de la quinta de Google. Tenían 10 años cuando apareció el iPhone. Han sido testigos del profundo cambio tecnológico y ya pueden aprobar todo un semestre (con gran éxito) sin tener que ver nunca a los profesores ni un libro de texto, que siguen el camino de Netflix.
La tecnología ha permitido el acceso a todo el mundo pero a costa de una mayor desigualdad.
Para ellos, existirá otro modo de Universidad a dos velocidades: un aprendizaje on líne (o mayoritariamente on line) «en la nube» más barata, disponible para todos los que tienen acceso a Internet, que contarán incluso con boots o profesores virtuales. Mientras tanto, como aquel régimen de alumno libre de los pobres en la posguerra española, los estudiantes más pudientes o más elitistas vivirán una experiencia plena codeándose con los mejores académicos, pagando más por interactuar con los ellos y vivir el campus tradicional. Es como volar en clase turista o en preferente. Quizás, lo menos importante de la universidad son los conocimientos concretos de cada asignatura, que la mayoría de ellos olvidan al salir del examen -o cambian- y lo que vale son las habilidades, que permitirán recuperarlos cuando se necesiten.
Por eso, deseamos al nuevo rector salmantino, Ricardo Rivero, mucha energía e inspiración así como mantener toda esa valentía de la que hizo gala cuando, en un ataque de honestidad con muy pocos precedentes universitarios, dimitió el verano pasado del decanato de la Facultad de derecho para afrontar con rectitud las elecciones que acabó ganando.
Cumprimentando-o por este mais recente artigo sobre o ensino universitário, aproveito a oportunidade para desejar um Feliz Ano Novo.
Aqui no Brasil ficamos muito felizes com a posse do Professor Ricardo Rivero Ortega como Reitor da Universidade de Salamanca. Assim, o Fiscalizacón continua portador de boas notícias para os seus leitores. Abraços do
Carlos Pinna
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Obrigado, Carlos. Transmito ao Reitor vossos cumprimentos.
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