Yo te ayudo si tú te ayudas

Con su proverbial elocuencia, Churchill alentó al pueblo del Reino Unido el 11 de mayo de 1940 tras la invasión alemana de Francia después de anexionarse Austria y los Sudetes e invadir Chequia, Eslovaquia, Polonia, Dinamarca y Noruega. De aquél memorable discurso todos recordamos la frase «No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor». Ahora, que también atravesamos tiempos “históricos”, no sería de extrañar semejante alegato si nuestra clase dirigente diera muestras de una madurez análoga al premier británico, quien también nos advirtió: “la política es casi tan emocionante como la guerra y no menos peligrosa”.

La situación actual, aunque no es una conflagración bélica, se le parece. No sólo en la cifra de fallecidos o en la situación hospitalaria. Si eran críticas nuestras finanzas públicas antes de la pandemia, ahora están en la UCI, como tantos españoles durante los últimos meses.

Por mucho que se quiera actuar como los tres monos sabios, la realidad se impone. Parece que dar malas noticias a la ciudadanía es una muestra de debilidad. Ni mucho menos. Lo absurdo es ocultarlo y alimentar al cocodrilo, esperando que se coma a otro antes (de Churchill, también). No te pierdas este artículo.

Hay que decirle la verdad al ciudadano y no revelarla a cuentagotas. El axioma “los hechos son sagrados y las opiniones libres” (de Charles Scott, director de The Guardían) debería campar por nuestra piel de toro. Arreglar las cosas es el objetivo y eso pasa por enormes (si, gigantescos) esfuerzos que exigen un gran pacto político y social. No somos estúpidos y si se explica y argumenta honestamente, seguro que 9 de cada 10 lo entendemos y los poderes públicos deben dar ejemplo. Ese es el problema. Otro más profundo será la huella dejada en una generación adolescente que, visto lo visto, tenderá a vivir el presente, aparcando la cultura del esfuerzo de la generación de sus padres.

Ningún economista se cree que tras el gran desempleo producido y la espectacular caída de la recaudación tributaria (vinculada a la actividad económica) el asunto lo resuelve la ingeniería financiera en un despacho. La economía real es otra cosa. La destrucción de empresas no se resolverá a corto plazo, en un año ni en dos. El turismo, la industria sin chimeneas -nuestro motor económico- tardará mucho en llegar a sus cifras anteriores.

Las declaraciones políticas se han vuelto un ejercicio de representación

Ante la gravedad del momento, una de las soluciones es suprimir la deducción fiscal por tributación conjunta; una propuesta muy cuestionada por su falta de progresividad fiscal. Ante el revuelo producido se da marcha atrás, entre cosas porque el Estado solo recaudará con ello dos mil millones ¿Sólo? Si, porque el agujero (actual y creciendo) es de tal magnitud que se necesitan cientos de medidas similares a ella. La deuda pública y el déficit tienen un límite. Sin ir más lejos, el agujero anual entre las pensiones y las cotizaciones es 20 veces superior a esa medida. Ya lo era y seguirá aumentando durante bastante tiempo.

Lo que si se sabe es el destino del dinero europeo, no la cuantía de nuestras reformas. La política comunitaria de auxilio es bastante clara y se resume con otra frase habitual en Bruselas: “yo te ayudo si tú te ayudas”. Luego vendrán los hombres de negro para comprobar nuestros sacrificios. Y lo harán, como siempre, antes de librar cada anualidad. Unas partidas condicionadas al cumplimiento de lo planeado en todos los países de la Unión Europea que recibirán, durante los próximos siete años, un total de 1,8 billones de euros, de los que 750 000 millones se destinarán como respuesta directa a la crisis del COVID-19.

Ninguna cantidad se ha planteado en un debate transparente y noble sobre las reformas ineludibles. Ni del incremento de ingresos tributarios por las medidas ni la reducción de gastos concretos. Han tenido que ser los periodistas quienes han interpretado y cuantificado las partidas presupuestarias comprometidas, cuando no las habituales “filtraciones” como el peaje blando de las autopistas. Incluso no sería extraño que la Comisión Europea devolviera nuestro Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia para concretar en un marco cerrado tales cifras. Aunque en el lenguaje diplomático se llamará “solicitar algunas aclaraciones”. Ahora nadie habla tan claro como Sir Winston.

Francisco Jerez Lozano en El Economista 7-6-2021

Mientras tanto, los contribuyentes alemanes, que aun recuerdan como reconstruyeron su país tras una guerra de verdad -y volvieron a soportar disciplinadamente unos brutales recortes a principios de este siglo- observan con estupefacción como tocamos la lira. Un escenario mundial donde Europa se ha debilitado frente a los gigantes abusones China y Rusia, que no juegan con el fair play europeo.

El resultado es el recelo hacia políticos o gobiernos y la pérdida de confianza en nosotros mismos. Superarlo será un reto impresionante y la solución no pasa por el espejismo de las ocurrencias o las promesas sino por el realismo del sacrificio. Nada de buscar culpables. Como hoy estamos con frases célebres, concluimos con el principio de Hanlon: ”no culpes a la maldad de aquello que se explica por la estupidez”.

Artículo publicado en La Nueva España

6 comentarios en “Yo te ayudo si tú te ayudas

  1. ¡Ay, Antonio! Puedes tener razón en muchas cosas, pero yerras en el punto de partida. Dices, con una firmeza entrañable, que “no somos estúpidos”… pues creo que ahí te equivocas… Sí que lo somos.

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  2. Francisco

    9 de cada 10, donde ese 1 será llamado estúpido por entenderlo. Lástima no tener un Winston a mano… o aunque fuera un Ducados (perdón por el chiste malo, igual soy el 1).

    Saludos

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  3. Pingback: La economía tiene explicaciones para todo – Fiscalizacion.es

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