
No conocemos un programa estatal que nos parezca de efectos tan poco equitativos, tan claro ejemplo de la ley del más fuerte, como la financiación de la enseñanza superior. En este área, aquellos de entre nosotros que pertenecemos a las clases de ingresos medios y altos, hemos timado a los pobres subvencionándonos a nosotros mismos en gran escala.
Así escribía el Premio Nobel de Economía (1976) Milton Friedman en el clásico libro (todo un manifiesto de las virtudes del mercado) Libertad de elegir (Grijalbo, 1980, pág. 252). La frase escuece, pues se refiere al sistema de precios públicos académicos muy por debajo del coste real, que acaba financiado con transferencias presupuestarias que suponen una subvención indiscriminada a los alumnos, con independencia de su poder adquisitivo.
Como ayer mismo recordaba Joaquín A. Corbacho (exconsejero de cuentas de Galicia y antes vicerrector económico en la Universidad de Santiago) los beneficios de la educación superior se distribuyen entre los estudiantes y la sociedad, por lo que sus costes deberían ser soportados también por ambos colectivos, con criterios de eficiencia y equidad.
Friedman era un defensor del Cheque escolar, tanto como instrumento político de decisión individual como del modelo de financiación institucional. Supone un título entregado a todos los estudiantes por la Administración educativa, para reembolsar a los centros de enseñanza sus derechos de escolaridad, dentro de unos límites. Su lema comercial podría ser “El alumno deja de ser administrado y se transforma en cliente”.
Claro está, el sistema de cheques favorece a las familias pudientes porque les permite completar la aportación pública con sus propios fondos y aplicarlos a una formación de élite, que de otra manera no se financiaría con dinero público. Sin embargo, sus defensores lo vinculan al derecho a elección de centro y lo presentan como fórmula para evitar guetos. En España, la Comunidad de Madrid abandera estas iniciativas, por ahora sólo teóricas.
El asunto se ha vuelto a poner sobre la mesa tras las furiosas manifestaciones estudiantiles londinenses, frente al nuevo modelo de financiación universitaria, aprobado la semana pasada en el Parlamento británico, y que muchos asocian al desguace del Estado de Bienestar. ¿Es así? Veámoslo.


En el futuro, el gobierno británico quiere que el grueso de la financiación pública a las universidades se canalice principalmente a través del estudiante y no directamente en transferencias nominativas.
Un sistema de precios basado en los costes reales del centro educativo que se financia a través de un préstamo al alumno, se convierte en la práctica en un cheque escolar. El alumno no paga sino que el Ministerio paga por él tras aceptar el préstamo que deberá reembolsar cuando trabaje y supere las 21.000 libras de sueldo anual. Por supuesto, los extranjeros abonarán precios reales pues la Hacienda británica no puede liquidarles el reembolso anual.
El experto en financiación universitaria, José Ginés Mora, siempre ha mantenido su preferencia por este tipo de modelos. Solía bromear diciendo “así no pagamos la educación de nuestros hijos: se la pagan ellos”. En estos mecanismos orientados a la demanda los fondos siguen al estudiante, implican que los recursos se conceden a los individuos o a las instituciones en base a la demanda expresa.
Las Universidades del Reino Unido han hecho público su entusiasmo con el nuevo modelo, cuyos cimientos bien se pueden encontrar en la reforma del año 2004 del Gobierno laborista. El profesor Steve Smith, Presidente de Universidades del Reino Unido (equivalente a nuestra CRUE) declaraba, el mismo día de la votación en la Cámara de los Comunes:
«La aprobación de esta votación marca un punto de inflexión en la financiación de nuestras universidades. Nadie tiene ningún placer en hacer asumir más deuda a nuestros graduados. Pero los recortes presupuestarios de la educación superior son una realidad y debemos asegurarnos de que las universidades estén debidamente financiadas para alcanzar los altos estándares que demandan los estudiantes. Desde el principio, las universidades del Reino Unido se han opuesto a los recortes del presupuesto, pero reconocemos que las propuestas del gobierno son la mejor opción en las actuales circunstancias. Un voto a favor hoy es crucial para proporcionar estabilidad financiera a nuestras universidades y dotarlas de medios para que puedan planificar su futuro (…)
Debemos asegurarnos de que la gente comprenda plenamente el sistema propuesto. Es de vital importancia que los futuros estudiantes no se resistan a acudir a la universidad debido a la falta de información sobre los costos y beneficios de una educación universitaria. El sistema propuesto no tiene pagos por adelantado para los estudiantes y el proyecto mejora significativamente el apoyo a los estudiantes a tiempo parcial o a los procedentes de entornos más desfavorecidos.
Este es un período de grandes cambios. Muchas instituciones asistirán en los próximos años a tiempos muy difíciles. Universidades del Reino Unido va a tomar un papel de liderazgo en el seguimiento del impacto de estas reformas. Las universidades son flexibles y eficientes y nos adaptaremos a este nuevo sistema, asegurando que continuaremos ofreciendo una excelente educación superior de clase mundial.»
¡Vamos! Que los Rectores están encantados porque harán caja. No faltará quien vea en la reforma la necesidad de replantear la adecuación del principio de igualdad de oportunidades que, como ha manifestado hace años Álvarez Corbacho («El modelo de financiación mixta de las universidades españolas» en La financiación de la enseñanza superior. Consejo de Universidades, 1989, pág. 154) no se puede fundamentar en una «oferta demagógica de plazas gratuitas financiadas por la Hacienda Pública, sino más bien en la consideración y apoyo individualizado a determinados estudiantes a través de becas y ayudas diversas». Aquí el reembolso de los precios juega un factor crucial.
Qué opinan los estudiantes
A principios de este mes se presentaron los resultados del estudio internacional elaborado por la Fundación BBVA sobre estudiantes universitarios de seis países europeos. El documento (descargar), basado en una amplia encuesta sobre el comportamiento valora las actitudes de los jóvenes universitarios respecto a sus estudios y sus perspectivas vitales y profesionales en Alemania, España, Francia, Italia, Reino Unido y Suecia.
La Universidad británica sale muy bien parada. Por ejemplo: la valoración de la preparación profesional ofrecida por la Universidad es claramente positiva en Reino Unido (71%) y más desfavorable para españoles, franceses e italianos (40%).
Como señala Santiago Alvarez de Mon, del trabajo de campo realizado –3.000 entrevistas personales en cada país–, las diferencias más acusadas tienen que ver con el entorno familiar. La mayoría de los estudiantes de Italia y España no se han independizado de sus padres (por encima del 70%) y, en general, no trabajan. Por el contrario, la mayoría de estudiantes de Suecia –90%– viven por su cuenta, seguidos por los de Alemania e Inglaterra (80% y 76%, respectivamente). La comparación entre los diversos países ofrece algunas diferencia interesantes. Pincha el gráfico siguiente:
La elección de los estudios ha estado basada mayoritariamente en factores vocacionales más que en factores instrumentales. En la elección de la universidad han prevalecido más razones prácticas (como la cercanía o que era la única universidad que ofrecía la carrera que deseaban) frente a lo que ocurre en el caso de modelos universitarios más competitivos como el norteamericano en los que el prestigio y calidad del centro constituye una dimensión fundamental en el proceso de elección. Los estudiantes españoles llevan a cabo la elección de la universidad por la cercanía en mayor medida que los estudiantes del resto de países incluidos.
Tal y como se observa en el cuadro siguiente, la mayoría de los estudiantes considera que son adecuadas la formación en cultura general y la formación teórica (las valoraciones medias de estos aspectos tienden a situarse por encima de los 6 puntos en todos los países en una escala de 0 a 10). Menos valorados en la mayoría de los países resultan la formación práctica (valorada más modestamente en España, Italia y Francia: 5.4, 5.6 y 5.7 respectivamente en una escala de 0 a 10), y los sistemas de evaluación. Excepto en Reino Unido y Suecia, la valoración media de la formación teórica se sitúa un punto o más por encima de la obtenida por la formación práctica.
Sin embargo, en todos los países, el aspecto peor valorado es el coste de la matrícula, cuestión que divide a los estudiantes, aunque se obtienen valoraciones medias cercanas a los cinco puntos.




Replica a Estudiar es un buen negocio – Fiscalizacion.es Cancelar la respuesta