Durante el curso 1539-1540, Francisco de Vitoria implantó en sus clases de la Universidad de Salamanca, la revolucionaria práctica del “dictado”. El padre del Derecho Internacional permitía que los alumnos copiaran su conferencia, palabra por palabra. El profesor acudía a clase con el cartapacio, con notas preparadas de antemano y los alumnos comenzaron a acudir con papel, tintero y pluma. Habían nacido los apuntes.
No fue un cambio tranquilo pues se consideraba que esta práctica, generalizada inmediatamente, perjudicaba el ejercicio de la memoria en los estudiantes. Hasta entonces continuaba el sistema medieval de leer y repetir el texto de un libro: lectio, disputatio y repetitio. Quizás tu aprendiste así la tabla de multiplicar.
En defensa de las tradiciones, los Estatutos salmantinos de 1561 lograron prohibir dictar lecciones. El Obispo de Ciudad Rodrigo llegó a acusar tanta modernidad de “estragar a los discípulos sus entendimientos, porque los cautivaban a lo que escribían sin dejarles elección”.
La batalla la ganaron los estudiantes, como podéis ver en la imagen, que inicia esta entrada, adaptada de la pintura realizada por Martín de Cervera, en 1614 y procedente del armario donde se guardan los manuscritos e incunables del Santa Sanctorum del Edificio histórico en mi querida Universidad de Salamanca. Podéis ver a un fraile dictando apuntes mientras sostiene un libro en la mano derecha. Hace unos años se realizó un cartel divulgativo de los prestigiados cursos de español, donde se incluyeron algunos espontáneos gracias al Photoshop ….
¿Qué estudiar? ¿Qué aprender?
El Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) incorpora un nuevo modelo de enseñanza-aprendizaje-investigación en las universidades. El nuevo crédito europeo (ECTS) contabiliza las horas de trabajo del alumno individual o en grupo, las horas de tutoría, las horas de revisión bibliográfica, de estudio, etc. Todo esto es ya muy conocido.
También lo es que el proceso exigirá al profesorado una docencia más activa como las tutorías personalizadas, el uso de las nuevas tecnologías, o el trabajo en equipo. Una complicación en un sistema donde la docencia es la actividad principal del profesor pero la promoción profesional se obtiene de la investigación. Recordemos las eminentes palabras de profesor González Navarro: “La Universidad ha de investigar para llegar a saber aquello que todavía no se enseña porque aún no se sabe”. Ahora el alumno cobra un nuevo protagonismo: vuelve a ser el centro del sistema universitario.
Una parte del profesorado ve todo este proceso como una amenaza. Así, un centenar de profesores de la Universidad de Sevilla han firmado ya el manifiesto de la Plataforma Universidad por el Conocimiento. Consideran “inquietante”, por ejemplo, la evaluación de las titulaciones y del profesorado: «se premia no la excelencia ni los conocimientos, sino la adecuación al mercado y los aprobados”, pues los quinquenios van a depender de las encuestas de los alumnos, que evaluarán teniendo en cuenta si la docencia se adecua a las Guías Docentes.
La Plataforma critica que los criterios con los que se van a valorar cada seis años las nuevas titulaciones son
1) «empleabilidad»
2) ratio de alumnos que aprueban por curso;
3) grado de «satisfacción» del alumnado (entre comillas los términos del Real Decreto).
Como veis, nadie se pone en el pellejo de los alumnos.
¿Qué Universidad?
En nuestro mundo globalizado y tecnológico, dominado por el inglés, las aptitudes para la comunicación serán consideradas las habilidades más importantes en el futuro. En la actualidad, todo el mundo es capaz de acceder a una gran cantidad de información sin la necesidad de un mediador. Es por ello que se requiere la capacidad de pensamiento crítico para que la actividad resulte productiva a la vez que positiva.
Estamos en un periodo de transición para la Universidad similar al descrito arriba durante el siglo XVI. Como apunta el informe de la Unesco «Hacia las sociedades del conocimiento» (2005), algunas de las tendencias que encontramos al describir las sociedades del siglo XXI parecen tener consecuencias en todos los ámbitos de la vida. Por ejemplo, la globalización y la digitalización conllevan efectos importantes en las actividades educativas y de aprendizaje, en la vida laboral así como en el Gobierno. y se basarán en colaborar y compartir conocimientos.
En este marco, encontramos mucha incógnitas. ¿Cuál es el futuro de nuestra universidad? Es imposible siquiera apuntar un atisbo de futuro de tan solo diez años. Es elogiable el trabajo de prospectiva afrontado por Antonio Pulido para avanzar ese escenario.
Aquí debo recomendaros la lectura de la entrevista ficticia realizada por el propio Antonio Pulido al recientemente fallecido Emilio Fontela, obteniendo las respuestas de diversas conversaciones y documentos realizados a lo largo de su vida. Él tenía muy claro qué cualidades necesitarían los trabajadores del futuro, como vimos en esta bitácora hace unos meses.
Mientras tanto, el presidente del Gobierno de la Nación ha traído la cuestión al debate político al asegurar hoy que, si gana las elecciones, abordará las necesidades recogidas en el Informe sobre Financiación de las Universidades del Consejo de Coordinación Universitaria, en que tuve el honor de participar, dotándolas con 2.300 millones de euros, a financiar entre el Gobierno estatal y las comunidades autónomas, lo que aumentará la financiación de la Universidad del 1,2% del PIB al 1,5%. ¿Adónde irá a parar este dinero? «Las prioridades serán fomentar la movilidad, especialmente la internacional, y la competitividad de las universidades españolas» en Europa. Zapatero mencionó un objetivo ambicioso: «Llevar a nuestro sistema universitario entre los 10 primeros del mundo».

Una imagen de la Comisión de Financiación en la sede del Consejo de Coordinación Universitaria, durante la etapa presidida por la catedrática de Contabilidad, Maria Antonia Garcia-Benau.

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