
Los trabajos de Leandro Cañibano o de Baruch Lev demuestran que, en los mercados financieros actuales, el epígrafe de los beneficios inscritos en las Cuentas Anuales apenas explica la mitad del valor de mercado de una empresa. La diferencia con el valor en los libros contables corresponde a los activos “intangibles” de la compañía, una categoría general de factores no relacionados directamente con los activos físicos.
Los gerentes privados se encuentran bajo una presión constante para incrementar el valor de mercado de su empresa y se ven lidiando con un conjunto de variables cuyo propio nombre (intangibles) avanza que son de difícil definición y compleja gestión.
Solemos afirmar que, cada vez más, el trabajo se basa en el conocimiento y en las habilidades sociales o tecnológicas. Asistimos al auge de una clase creativa que es menos jerárquica en lo que respecta a la autoridad de las decisiones y la estructura, que tiene menos preocupación por la carrera profesional para toda la vida o la seguridad laboral y que se reorganiza continuamente con el fin de conservar y obtener ventajas competitivas. Juan Freire ha dedicado abundantes post a su análisis (por ejemplo, éste y éste).
Pues bien, esa “clase creativa” representa en la actualidad más del 30% de la totalidad de la fuerza laboral de Estados Unidos y está formada por personas que trabajan siguiendo su propia agenda, cada vez más presionados por el tiempo, con sus propias motivaciones y objetivos, sitúan su profesión y su carrera por encima de un empleador específico. Cambian regularmente de un puesto a otro y hasta realizan trabajo freelance para varias organizaciones.
Son personas que trabajan en lo que les gusta hasta el punto de que es cada vez más difícil diferenciar cuándo uno están trabajando de cuándo no lo están. Una separación que estaba clara en la economía industrial y comienza a hacerse borrosa en la economía creativa: cuando estás en el trabajo, parece que no estás trabajando, mientras que, cuando estás en casa, parece que estás trabajando. En una reciente entrevista he podido presentar esta reflexión como una característica de los blogeros.

Durante mi quinquenio salmantino tuve la oportunidad de conocer y aprender de una persona excepcional, con estas características. José Fco. Adserías Vistué (ver foto) joven farmacéutico oriundo de Aínsa, sus amigos le llamamos «Huesca«, experto en TIC’s y Jefe de Sistemas de la Fundación General de la Universidad de Salamanca. Fué el primero que me habló de los blogs allá por el 2003. Incluso comencé uno, que sólo duró unos meses. Hace un par de años me regaló la plantilla de esta bitácora, en media hora me explicó por teléfono los entresijos de WordPress y me dijo: «¡Hala, a funcionar!». Y desde entonces me incorporé a la blogosfera. No podía pasar de largo sin dejar constancia aquí de mi gratitud.
Para estos jóvenes profesionales, la tecnología es parte de su vida; son creativos, independientes; aman la innovación y usan multitud de dispositivos tecnológicos para comunicarse y vivir. Tienen muy claro que desean lograr un equilibrio entre vida profesional y privada; asimismo, divertirse y ser respetados son aspectos imprescindibles para ellos. Os lo puedo garantizar, que he estado en sus fiestas.
El “mundo” de la clase creativa está formado por una veintena de ciudades como Toronto, Vancouver, Nueva York, Washington, San Francisco, Chicago, Miami, Ámsterdam, París, Bangalore, Shanghái, Tokio, Sydney y Melbourne. El diario Cinco Días de anteayer le ha dedicado un interesante artículo al asunto.

Según el conocido gurú del desarrollo urbano Richard Florida, autor de The Rise of the Creative Class, el futuro económico de las regiones lo condiciona esta flamante clase social. Su tesis: la creatividad se ha convertido en el gran factor de éxito económico; Os recomiendo este artículo de Harvard-Deusto. Los nuevos elegidos (artistas, diseñadores, expertos en medios de comunicación, ingenieros, abogados, empresarios y científicos mediáticos, y especialistas en telecomunicaciones, cuyo medio de producción es la creatividad en todas sus formas) generan riqueza. Por lo que la economía opta por establecerse en las ciudades del nuevo estatus dominante, que a su vez se instala en los grandes polos de las tres tes: tecnología, talento y tolerancia.
El acrónimo TATA refleja ese grupo de trabajadores que destaca y sobresale entre los demás. TATA significa “Talento es a Aptitud lo que Talante es a Actitud”; ambos ingredientes se dan sólo en los mejores, en aquéllos que son extraordinarios, como mi amigo Huesca. Tienen la habilidad de pensar creativamente y de actuar aportando un valor mayor que el convencional.
Buscan un entorno de trabajo diferente, motivador, retador y con una cultura que los apoye y les ayude a aprender. Además de pedir un trabajo flexible en el que tengan autonomía y se les reconozca, se frustran fácilmente ante la burocracia y les puede el papeleo. Ahora, quieren y logran que el trabajo sea un sitio divertido. Y como muestra, no os perdáis este video de Buenafente.
Hay quien vende métodos para la producción sistemática de ideas. Aquí, el papel de infonomía es relevante y produce abundante material, como el congreso Renacer’07 o el próximo ifest’08, en Barcelona durante el mes de julio.
¿Qué usted no es creativo? No importa. Algunos autores ofrecen interesantes consejos para construir un “hábito creativo”. Prepárese con algunos de estos ejercicios: “Vea un programa de televisión que no le gusta. Puede estar equivocado”. Éste es genial: “Trate de trabajar en la mesa de un colega, cambiándose. Conseguirá nuevos puntos de vista”. Entre los retos diarios, los manuales sugieren alguna exploración indisciplinada: “Hoy prepare un plato de comida con ingredientes que empiecen por C ó D” o “use colorantes alimentarios para hacer una tortilla azul”.
Yo prefiero seguir la recomendación de Juan Gelman que, durante su discurso al recoger el Premio Cervantes, elogiaba la creación de nuevos conceptos y la invención de palabras nuevas por Don Quijote: «Salvo él, nadie vio a una persona caminar asnalmente. O llevar en la cabeza un baciyelmo. O bachillear. O cuando Lope dice “siempre mañana y nunca mañanamos”, en frase que futuraba uno de nuestros vicios funcionariales patrios.
Una versión de este artículo fue publicada en el diario La Nueva España del 29 de abril de 2008.

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