Durante el puente de Semana Santa, los más atrevidos ciudadanos (de ciudad) se van a los pueblos, para visitar a los parientes en la tierra de sus abuelos, y evocar los agradables recuerdos de la niñez. Después de retomar un contacto circunstancial con la despoblada naturaleza, el día de volver a los humos y al asfalto de la metrópolis siempre nos preguntamos arrepentidos por qué no vivimos de manera permanente en el entorno rural.
Sin embargo, en el año 2025 la mitad de los habitantes de la tierra vivirán en ciudades. ¿Qué inercia lleva a un trabajador del ámbito rural a emigrar para ser reponedor en un supermercado? La dureza de la agricultura ya no es el hecho diferenciador, pues gracias a las nuevas técnicas y la mejora de las infraestructuras la explotación agraria se ha racionalizado. Además, en el mismo entorno conviven otras múltiples actividades económicas, que todas las Administraciones dicen apoyar ante la despoblación del campo.
En una encuesta entre estudiantes de la Universidad de Extremadura, el 73% de los jóvenes universitarios rurales entendían que la vida en los pueblos era más agradable que en las ciudades. Para el 77%, las relaciones entre la gente del campo son más humanas y el 80% entiende que debe emigrar en busca de oportunidades, a pesar de que el 70% considera más segura la vida en los pueblos (Los intangibles en el desarrollo rural. José Antonio Pérez Rubio. Unex, 2007).
¿Cuáles son las razones para abandonar el campo? ¿Tener “un trabajo” y un horario? Si es por la aversión al riesgo es comprensible, un agricultor no es otra cosa que un empresario y realiza una fuerte inversión. Si es por el horario, el campo actual y sus innovaciones tecnológicas permiten reducir una gran carga de la tradicional penosidad. Pero es más, en este entorno de crisis, con una juventud marcada por un 40% de paro ¿Encontrará empleo de calidad en la ciudad? Siquiera ¿Encontrará empleo?
Quizás las razones de la emigración rural a la ciudad sean análogas a las del joven asturiano que se va a Madrid. Buscar oportunidades de crecimiento profesional, formar parte de redes sociales más amplias. Y eso, es cierto, sólo lo ofrece la ciudad. La incomodidad o el alto precio de la vivienda es compensada por lo que los economistas llaman las “externalidades positivas”, en este caso: vivir en una sociedad dinámica interconectada, que hace a sus trabajadores más productivos y más competitivos.
El británico Tim Harford, en su reciente libro “La lógica oculta de la vida” (Booket, 2008, 347 páginas y 8.95€!) dedica un capítulo a explicar cómo la diversidad y la innovación producen el excedente de conocimientos de las ciudades. Las personas aprendemos unas de las otras cada vez que nos encontramos (porque siempre hay algo que aprender) y, como decía hace más un siglo el economista Alfred Marshal: “las ideas están en el aire”.
Cuando una ciudad duplica su población, los salarios aumentan un 10% pero los precios aumentan un 16%. El centenario arquitecto Oscar Niemeyer recomendaba a los gobernantes limitar el tamaño de las ciudades, para que alcanzasen como tope máximo el millón de habitantes. A lo largo de la historia hemos asociado a las grandes capitales la responsabilidad de ser la punta de lanza de sus sociedades contemporáneas. El arte, la política, la economía, se desarrollan y encuentran alredor de una “clase creativa”, clave del crecimiento de nuestra riqueza.
Hoy, en una sociedad del conocimiento, donde el trabajo mecanizado ha sido paulatinamente sustituido por máquinas, la gran ciudad de servicios es el verdadero centro de gravedad de la innovación y el aprendizaje, donde un sistema de dura competencia sacrifica a los menos preparados. La crítica reducción en la calidad de vida de todos estos jóvenes emigrados, dispuestos a vivir en pequeños cuartos compartiendo piso, sin ahorros y saltando de un trabajo a otro ¿Es un sacrificio por el progreso del resto de nosotros?
Madrid y Barcelona se encuentran entre las 50 ciudades más caras del mundo, que encabeza Tokio tras desbancar a Moscú en el estudio Coste de la Vida-2009, elaborado por la consultora Mercer, que cubre 143 ciudades y compara más de 200 elementos. Así, sabemos que un billete de autobús cuesta cinco veces más en Londres que en Varsovia o que Madrid y Barcelona son las ciudades europeas más caras para comprar un CD de música (más de 20 euros) aunque en España, un periódico o un café cuestan la quinta parte que en Moscú.
El Ranking Merco, en su edición del año pasado distinguía ciudades “para trabajar” (encabezados por Madrid, Barcelona y Valencia) y ciudades “para vivir” (encabezada por Pamplona y con Oviedo y Gijón en un meritorio octavo y noveno lugar).
Ciudad para vivir | Puntos | Ciudad para trabajar | Puntos |
Pamplona | 1000 | Madrid | 1000 |
Santander | 927 | Barcelona | 980 |
Logroño | 919 | Valencia | 743 |
Murcia | 907 | Palma de Mallorca | 720 |
San Sebastián | 898 | Bilbao | 661 |
Albacete | 889 | Zaragoza | 644 |
Zaragoza | 872 | Vitoria | 611 |
Oviedo | 868 | Pamplona | 596 |
Gijón | 862 | Murcia | 592 |
Cáceres | 852 | Málaga | 587 |
En otros países el periodo universitario suele conllevar el desplazamiento lejos del núcleo familiar, por el contrario en España, nuestro nutrido sistema de universidades públicas hace que la gran mayoría de los estudiantes vivan con sus padres durante sus estudios y enfrenten la primera incorporación al mercado laboral como el primer paso hacia la emancipación.
Vivimos una época de grandes cambios sociales; Estados Unidos ha aprobado una reforma sanitaria histórica mientras que toda Europa pelea por defender un sistema de protección social que tendremos que rediseñar entre todos si queremos dejar como legado a nuestros hijos. Mientras tanto, de manera continuada cientos de miles de jóvenes deciden saltar sin red hacia el entorno más duro y competitivo: las grandes ciudades, donde alejados de sus familias y dispuestos a luchar con sus propios medios, buscan hacerse un hueco en esta sociedad. Muchos de ellos soñarán con volver algún día a la calidad de vida de sus sitios de origen. Si tuvieron éxito y recursos suficientes descansarán en una casa de campo, convertido éste, definitivamente, en un melancólico paraíso de jubilados.
Este artículo fue publicado en el diario La Nueva España, el Jueves Santo de 2010.
Buenos días profesor Antonio aquí en America. Es grata la reflexión. Esto me trae a la memoria una expresión de un compañero de universidad, hace ya buenos años, en el momento que compartíamos por las calles de Medellín un buen café: «Allí donde tu vayas, la ciudad siempre te perseguirá»
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Gracias Jaime. En Latinoamérica, destaca el rediseño de tu ciudad, Medellín, que se enfrentó a la violencia construyendo bibliotecas y escuelas, integrando una inteligente política de transporte (el metrocable) que rebajó los índices de delincuencia a cifras europeas, como tuvimos ocasión de comentar en esta bitácora, aunque todavía pesa mucho la imagen de los años noventa y los cárteles.
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El reciente artículo del auditor Jesús Muruzabal incide sobre el tema, con gran sensibilidad y cuya lectura recomiendo:
UNA vez más, y van ya muchas, asistí a un funeral en mi pueblo. Viajé desde Pamplona con algo de lluvia, y ésta curiosamente arreció con la entrada del féretro a la iglesia y en el momento del entierro. Parecía que quisiera castigarnos a los que volvemos al pueblo para los acontecimientos sociales.
Como ocurre últimamente, los entierros se están convirtiendo en ocasión para los encuentros familiares y, claro está, de amigos y conocidos. Acabadas las honras fúnebres vienen los saludos, se juntan los típicos corrillos de conversación, y ésta se refiere a los recuerdos de un pasado ¿feliz? (quizá por pasado) y los proyectos de futuro.
Estos últimos me los contó un familiar tomando un café en el club de jubilados que ahora ocupa los bajos del Ayuntamiento: «Me acabó de jubilar, mis hijos han estudiado y no van a seguir en el campo, me gustaría mantener un huerto y un par de viñas para divertirme, que he estado muchos años trabajando muy duro. Digo divertirme porque ahora dinero del campo no se saca: el rendimiento del cereal depende de las ayudas de la PAC; … Ver más
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Existen diversas explicaciones de por qué las ciudades son más productivas que las áreas rurales y qué hace que el tamaño de una ciudad esté altamente correlacionado con los salarios de sus trabajadores y los beneficios de sus empresas.
Hay una cuestión diferente, aunque estrechamente relacionada: ¿qué determina el crecimiento de las ciudades a lo largo del tiempo?
La literatura sobre este tema ha destacado dos principales factores: la presencia de algún tipo de economía de aglomeración (medido por la composición industrial de la ciudad, el nivel de educación de sus habitantes, etc.) y la existencia de “ventajas naturales” de las ciudades (clima templado, cercanía a ríos o costas, etc.). Algunos autores han indicado que, a pesar de que estas variables puedan tener importancia, en el largo plazo, las ciudades crecen de forma aleatoria, es decir que es muy difícil predecir su tasa de crecimiento. En concreto, la llamada ley de Gibrat establece que el tamaño de una ciudad en un momento dado no está correlacionado con su futuro crecimiento. Saber el tamaño de Zaragoza hoy no ayuda a predecir cuánto más va a crecer en los próximos diez años.
Por otro lado, una ley extremadamente popular en economía urbana es la llamada ley de Zipf. Esta regularidad establece que el tamaño de una ciudad es proporcional a su rango (la mayor ciudad con rango igual a uno). Una forma sencilla de interpretar la ley de Zipf es que la mayor ciudad de un país tiene, aproximadamente el doble de población que la segunda mayor ciudad, tres veces más que la tercera, etc. Por sorprendente que parezca, existen varios detallados estudios que demuestran que esta ley funciona estupendamente para explicar el tamaño de las ciudades de prácticamente todos los países del mundo, al menos desde el año 1970.
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Después de la desbandada que se produjo en el mundo rural en los años cincuenta y sesenta, que llevó a la desaparición de la vida en muchos pueblos, los jóvenes de hoy se resisten a emigrar a las ciudades y prefieren vivir en el lugar en el que han nacido.
En los pueblos la vivienda y la vida es mucho más barata y hoy día las redes de internet les permiten comunicarse con el mundo y los amigos como ha reconocido el catedrático de Sociología Benjamín García Sanz, director del primer estudio sobre el mundo rural, realizado con los datos del último censo de 2009.
Benjamín García Sanz ha destacado la importancia de este cambio: «hemos pasado de un mundo rural que perdía población a un mundo rural que gana habitantes y que vuelve a tener niños, muchos de ellos de padres inmigrantes».
«Ruralidad emergente, posibilidades y retos» es el título del estudio, publicado por el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural Marino, en el que se analizan los cambios en la población rural, las tendencias del presente y del futuro.
El cuarenta por ciento de la población laboral reside en el mundo rural y si no trabaja en el lugar que ha nacido, lo hace en un pueblo o una ciudad cercana, a la que tarda en trasladarse una media de cuarenta minutos, un tiempo aceptable.
Benjamín García considera que además de razones económicas, en este cambio tienen mucha importancia «las raíces, los padres, los hermanos, los amigos, porque en los años cincuenta y sesenta todos éramos extranjeros en las ciudades grandes, pero hoy los jóvenes del campo se sienten extranjeros en las ciudades, en primer lugar porque no tienen dinero y no se pueden integrar».
Esta vuelta al mundo rural se produce a pesar de que los ingresos son inferiores: los de las mujeres, los jóvenes, los adultos y los mayores, en cualquier tipo de trabajo y de lugar de España, excepto en Canarias, en donde son algo más altos que los urbanos.
En el caso de la mujer, la marginación la afecta tanto como mujer como por ser mujer rural: sus ingresos son siempre mucho más bajos que los de los hombres, incluso que los de las mujeres urbanas. Ha cambiado el papel de las mujeres, que atienden la casa pero trabajan también fuera y ocupan, cada vez más, importantes puestos en las instituciones. La mujer es una pieza clave en la mejora de la vida de los pueblos, y hay que estimular su presencia en el trabajo: tiene conocimientos, tiene capacidad y posee recursos para ello».
Es impensable que la gente que ha nacido en Madrid se vaya a los pueblos, aunque se empieza a producir eso que se llama «nueva ruralidad», gente joven que huye de la ciudad porque busca un mayor contacto con la naturaleza, algo que a su juicio crecerá en el futuro con la implantación del trabajo desde casa.
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