Cajal y la honradez

Cuentan que un día Don Santiago Ramón y Cajal salía de su casa cuando una vecina cayó al suelo inconsciente. Reconocido entre el alboroto nuestro Premio Nobel de Medicina debió atenderla y tras observar la palidez de su cara dijo bastante asustado: «¡Está desmayada! ¡Habrá que llamar a un médico!» La anécdota deja clara su honradez intelectual y su autoexigencia. Don Santiago admitía tener el defecto “imperdonable de la franqueza un poco ruda”. Echaba en falta según decía “la ironía gallega o la suave y fina diplomacia del andaluz”.

La personalidad poliédrica de Don Santiago dominaba (no sin esfuerzo) bastantes artes y manías (la literatura, la fotografía, la pintura, el ajedrez, la gimnasia …) dejándonos escritas muchas de sus reflexiones sobre los más diversos aspectos del conocimiento humano. No es extraño que mantenga hoy en día una importante red de seguidores (ente lo que me encuentro: aviso que no soy imparcial) y generación tras generación encuentren en él un referente vital, casi una religión para hacernos mejores personas y ciudadanos. Sólo es superado por Cervantes como el personaje histórico con más calles y plazas de España (¡1.179!), como la de Oviedo, en el lateral de la Universidad desde 1922, año de su jubilación.

En esa línea, Salamanca acogerá este 10 de abril una maratoniana jornada por Cajal y la ciencia. Un formato moderno e innovador: diez minutos por ponencia y varias docenas de facetas vitales y científicas ¿Nos reñiría Don Santiago a los cajalianos por enaltecer su figura, además en modo Twitter? Alguien tan poco dado a homenajes y tan austero.

Les recuerdo que ordenó su funeral “sin ninguna clase de pompa ni aparato” y entierro en la fosa común “entre los más humildes conciudadanos”, algo que moderaría meses antes de su muerte admitiendo descansar junto a su esposa Silveria en “una sepultura sólo con el nombre”. Debería perdonarnos que, tras tanto legado y tanta opinión publicada, tenga el sincero y espontaneo reconocimiento popular como un fascinante efecto natural, muchas décadas después. A ver como sale la fiesta. Tengo curiosidad por el discurso de Chat GPT y por la expsición del magistrado José Ramón Chaves (Cajal y el derecho). Yo glosaré su lucha contra la corrupción, que anticipo en esta entrada.

Aunque seamos muchos los participantes, diseccionar el pensamiento de quién fue el padre de la neurociencia moderna se plantea tarea difícil. No puedo menos que traer aquí el encargo que le encomendó en testamento su amigo Alejandro San Martín, exministro de Instrucción Pública, de “prestarme un último favor” para que Don Santiago en compañía de otros dos catedráticos y ante los estudiantes de la facultad de medicina del viejo caserón madrileño de San Carlos, diseccionaran el cerebro del compañero y los alumnos siguieran aprendiendo del maestro.

El dinero nunca importó demasiado a Don Santiago y dejó variados ejemplos. Tan preocupado por la moralidad y su recto ejercicio se pregunta en Charlas de café “Cuando recibo un obsequio inesperado e inmerecido, me pregunto espantado: ¿cuál será la arbitrariedad, el abuso o la injusticia que se me exigirá algún día?”. Esta honradez intelectual que era su distintivo está muy ligada a la tarea búsqueda de la verdad en la ciencia o en la convivencia. Mi frase favorita entre las miles que nos legó: “¿No tienes enemigos? ¿Es que jamás dijiste la verdad o jamás amaste la justicia?”. El culto severo a la verdad y el escepticismo sano eran su guía que le permitía, además, distinguir al mejor de los estudiantes. Especulaba Don Santiago cómo se crea una vocación científica. En su opinión, mediante la anticipación del “placer ético” (¡concepto de enjundia!) ligado al triunfo intelectual. Los ajedrecistas sabemos bien a qué se refiere.

Como director del Instituto de Investigaciones Biológicas, Francisco Silvela le ofreció un sueldo de diez mil pesetas, pero nuestro insigne investigador prefirió rebajar los honorarios a seis mil, que percibió hasta su fallecimiento décadas después. Nunca pidió mejora alguna y lo explica en El mundo visto a los ochenta años:

«1º. Porque no ansío nadar en la opulencia.

2º. Porque en una edad en que desfallecen o declinan mis fuerzas, paréceme abusivo y hasta inmoral aumentar mis emolumentos.

3º. Porque aún sin querer columbro siempre, al través de cada moneda recibida, la faz curtida y sudorosa del campesino, quien, en definitiva, sufraga nuestros lujos académicos y científicos …»

En su estancia caribeña de la sanidad militar había conocido bien el “desbarajuste” (sic) de la Administración española en ultramar, tanto en la gestión de los hospitales como al recibir sus propios haberes de capitán. Reconoce que para poder tomar -enfermo- el barco de vuelta hacia la península debió gratificar con un 50% al habilitado que le pagaba sus atrasos y que le debía 4 mensualidades.

Era alguien tan exigente como para no usar cartas de recomendación para obtener un buen empleo en la Cuba colonial, donde obtuvo los peores destinos plagados de paludismo y disentería, que contrajo, entre otras causas por no abandonar a sus pacientes y enfrentarse a la oficialidad que les robaba la comida. No hay párrafo de su obra donde cualquier lector no sienta una profunda admiración por nuestro Nobel. Ausente, fino y realista, como le definió Juan Ramón Jiménez, no descansaba nunca. Tanto en su labor profesional (284 artículos, 61 manuales) como de divulgación pues escribió 18 libros, siempre huyendo de la “aristocracia del talento”. Don Santiago sigue siendo citado al día de hoy unas tresmil veces al año por la comunidad científica. Incluso unos días antes de fallecer publicaba El mundo visto a los ochenta años donde con estilo abierto y franco cuenta sus vivencias, reconociendo a la memoria como “el don más preciado y maravilloso de la vida”. ¿Qué hubiera hecho Don Santiago con un blog, hoy en día?

En 1885 escribe Cuentos de vacaciones, cinco relatos que subtituló de «narraciones seudocientíficas» por su cercanía a la ciencia-ficción que no verán la luz hasta dos décadas después. Tienen en común su carácter divulgativo y de alerta ante los riesgos, planteando dilemas sociales y morales de compleja solución, que nos hacen pensar. En uno de ellos titulado «El fabricante de honradez», un médico y eminente hipnólogo destinado en el pueblo de Villabronca convence a los vecinos de tomar un suero antipasional de su invención para “la conversión de los viciosos y criminales en personas probas, decentes y correctísimas”. La delincuencia desparece -fruto de la sugestión- y con ella la resignación a la miseria, sin protesta alguna. El protagonista termina redactando su memoria para la sociedad científica a que pertenece concluyendo “Según resulta de lo expuesto y corrobora mi experiencia de hipnosis social, no es conveniente, desde el punto de vista del progreso, la supresión de la injusticia y del delito, ¿cuál será, en la rigurosa lucha a que la Humanidad vive condenada, el papel de la ciencia? La ciencia tiene el deber de suavizar la rigurosa contienda, de humanizarla de suerte que desaparezcan para siempre la sangre y el dolor”.

Termino con una última anécdota que nos describe muy bien el temperamento de Don Santiago, alguien que hoy calificaríamos de intelectual comprometido. Su honradez merece destacarse en el homenaje de los Cajalianos (¡sector burócratas!) y más con la que está cayendo. Siendo presidente de la Junta de Ampliación de Estudios -origen del actual CSIC- envió al extranjero a su hijo Jorge, investigador como él, pagando los gastos de su bolsillo. Preguntado sobre por qué no le habían pensionado con una beca, como era habitual, y más siendo su hijo, Ramón y Cajal respondió: «Por eso mismo, por ser mi hijo».

Una versión de este artículo se publicó en La Nueva España


Descubre más desde Fiscalizacion.es

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.


Comentarios

3 respuestas a “Cajal y la honradez”

  1. […] La periodista Yolanda López Ribera, Directora de Comunicación del Tribunal de Cuentas de España en su ponencia “El Tribunal de Cuentas de España habla. Cómo llegar a la ciudadanía” con una nómina del nobel Cajal de 1924. […]

    Me gusta

  2. […] faceta en la inolvidable reunión del 10 de abril en el Teatro Liceo de Salamanca, donde glosé Cajal y la honradez en apenas ocho minutos. Un formato que encontré cómodo incluso para otras áreas profesionales […]

    Me gusta

Replica a Hoja de ruta de los tribunales de cuentas en ciberseguridad – Fiscalizacion.es Cancelar la respuesta

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.