
Tim Harford pertenece a esa rara especie de escritores caracterizados porque, en la cubierta de los libros, el tamaño de letra del autor es tan grande como el título de la obra. Si buscamos una explicación económica a este hecho deduciremos que sus anteriores éxitos editoriales hacen que sea importante lo que tenga que decir.
En efecto, es el economista más mediático de los momentos pre-crisis y colaborador habitual del diario británico Financial Times, donde mantiene una original columna titulada “Querido economista”, una suerte de consultorio Elena Francis (si no sabes qué es, pregunta a tus padres), pero donde las respuestas se basan en la racionalidad económica más ortodoxa. He aquí un ejemplo:
El padre de mi novio era el cabeza de familia y su madre se quedó en casa para cuidarlos. Por el contrario, mis padres trabajaban. Probablemente, él piensa que las mujeres tienen que quedarse en casa, pero se enamoró de mí cuando era estudiante y ahora soy economista en una multinacional. Le he dicho que tal vez necesita casarse con una mujer que quiera ser una ama de casa. Le di otra oportunidad, porque le amo. ¿Debo ser paciente?
Respuesta: … Tu novio te apoyó mientras construías tu propio capital humano, pero ahora rechaza los beneficios. Tienes motivos para sospechar …
La lógica oculta de la vida
Tim Harford obtuvo con El economista camuflado un enorme éxito analizando las pequeñas cosas, explicando la multitud de decisiones económicas que, de forma inconsciente en la mayoría de los casos, adoptan los ciudadanos cada día.
Ahora con “La lógica oculta de la vida” sigue en la misma línea pues se subtitula “Cómo la economía explica todas nuestras decisiones”. No me importa reconocer que una de las virtudes del libro es su precio: 8.95€ para 347 páginas de libro de bolsillo. No te parezca mal Tim, pues este tipo de libros suelen costar más de veinte euros y se liquidan en un fin de semana … ¡Al fin y al cabo sólo sigo tus enseñanzas!
Es elocuente cuando explica porqué tu Jefe gana más que tu, a pesar de ser un inepto (él, no tú, claro) aunque mi preferido es el capítulo que analiza porqué la gente vive en carísimos y minúsculos apartamentos de Manhattan cuando aparentemente, podrían vivir mucho mejor en otra ciudad más pequeña …
Economía de la ciudad
En esta última faceta, explica de una manera nada convencional la economía de las ciudades: cómo la diversidad y la innovación producen el excedente de conocimientos de las ciudades.
Así, una persona aprende de otra cada vez que se encuentran (porque siempre hay algo que aprender) y, como decía el economista Alfred Marshal hace más un siglo: “las ideas están en el aire”. Mucho años más tarde Bob Dylan diría algo parecido, pero más romántico.
Harford recuerda que, cuando una ciudad duplica su población, los salarios aumentan un 10% pero los precios aumentan un 16%. Sin embargo, todo es compensado por las externalidades positivas de vivir en una sociedad dinámica, que hace a sus trabajadores más productivos.
Por varias razones. Cuanto más intensiva en conocimientos es una industria, más se concentra en un área pequeña: la mitad de los adelantos informáticos relevantes se desarrollaron en California; la mitad de las innovaciones farmacéuticas norteamericanas se llevaron a cabo en New Jersey.
Por otra parte, la industria utiliza cada vez menos trabajadores y más robots para la fabricación. No debería ser una sorpresa que en una economía del conocimiento, en una sociedad de los servicios como la actual, la gran ciudad sea el centro de gravedad de la innovación y el aprendizaje, donde se produce una verdadera polinización de las ideas, que saltan de una empresa a otra. La calle está llena de ideas, recordaba este domingo el ex-rector Juan Vázquez.
El libro de Harford, muy bien traducido, se lee con gran facilidad. Incluso en un fin de semana. Os lo recomiendo.


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