Veo con interés la película (descargar) sobre el nacimiento de Microsoft y Apple. Aunque el sugerente título “Piratas de Silicon Valey” incluye un juicio de valor que predispone al espectador, presentando dos estilos de universitarios emprendedores: Steve Jobs y Bill Gates.
No creo que el film haya sido bien acogido por los fundadores de ambos imperios informáticos, vinculados respectivamente a las Universidades de Stanford y Harvard, pero nos da pie para hablar de los emprendedores en la Universidad española.
Nuestra legislación universitaria promueve la creación de Empresas de Base Tecnológica o spin-off, para contribuir a la realización personal y profesional de los investigadores o simplemente de los graduados. La propia Ley Orgánica de Universidades (LOU) manifiesta (artículo 41.2-g) un propósito indudable de ampliar las posibilidades de promoción de empresas de esa índole, así como de reforzar la vinculación entre la investigación universitaria y el sistema productivo. Con tal finalidad, se prevé expresamente que dicha vinculación podrá llevarse a cabo a través de la creación de Empresas de Base Tecnológica a partir de la actividad universitaria, en cuyas actividades podrá participar el personal docente e investigador.
La nueva redacción de la LOU, en el art. 83.3, favorece la incorporación mediante una excedencia temporal del profesorado a aquella empresa de base tecnológica que sea creada o desarrollada a partir de patentes o de proyectos de universidades.
Como fórmulas de apoyo institucional sin participación en el capital social es frecuente la cesión de locales, la creación de “incubadoras de empresas”, la formación de investigadores como empresarios y los programas para fomentar las iniciativas o los conocimientos financieros de los alumnos emprendedores, como el exitoso programa de la Universidad Politécnica de Valencia, que en los últimos años ha creado más de trescientos negocios.
El «nuevo» contexto de las universidades del siglo XXI atribuye, además de las tradicionales misiones de docencia e investigación, una tercera responsabilidad: el desarrollo económico del entorno en el que se encuentran ubicadas. Es en ese marco, aparece el concepto de Universidad Emprendedora, generadora de nuevas empresas. Es un tipo de Universidad con una sustancia muy empresarial, donde, como suele recordar Françesc Solé Parellada: «el aula perdió su monopolio y pasó a ser un complemento de la función docente», como entramado donde estudiantes, becarios, doctorandos, postdoctorados y profesores conviven más en los laboratorios que en las aulas, con el “proyecto” como eje de producción y de enseñanza. Dicho sea de paso: pone los pelos de punta a los gerentes, por las implicaciones laborales, sindicales o de prevención de riesgos.
Allí, el papel del profesor se transforma. Aparece una perla: la figura del profesor-empresario, que mantiene una actividad frenética y una agotadora agenda: estudian los resultados de sus colegas internacionales (y estos los suyos), forman becarios, dirigen tesis doctorales, publican en inglés, dan conferencias varias veces al año en diversos países, promueven muchos proyectos y masters en múltiples colaboraciones, combaten la envolvente burocracia, participan en congresos, forman parte de tribunales, etc.
Durante mi etapa universitaria he conocido algunas interesantes personalidades con este perfil. Para ellos el escalafón funcionarial carece de importancia. Muchos no son catedráticos, son respetados (y, en algunos casos, incluso detestados) por sus colegas porque están en la vanguardia científica y tecnológica. En realidad es el mercado quien está siempre en la vanguardia. Nunca tienen que mendigar a decanos ni vicerrectores, porque cuando necesitan algún equipo o nuevas publicaciones saben como financiarlo con dinero exterior.
Sus nuevos clientes son las Cámaras de Comercio, las PYME locales, las asociaciones de empresarios, el Ayuntamiento, la Consejería, no necesariamente de educación. Cuidan las relaciones públicas para conseguir más dinero, para mantener abiertas todas las líneas de trabajo y, lo que es más importante, para pagar a una pléyade de leales colaboradores. El catedrático Jesús M. de Miguel ha descrito con maestría este proceso en la Revista de Estudios Políticos nº 122/2003 (“Política de Universidad: escenarios futuros”) que recomiendo al lector. No está mal: comenzar con una película y terminar con un buen artículo.
Gracias, Antonio, por las referencias. Ya nos has puesto deberes para el fin de semana ;-).
Me gustaMe gusta
Pingback: Nueva Ley de la Ciencia | Antonio Arias Rodríguez es Fiscalización
Pingback: El poder del relato y los informes de fiscalización – Fiscalizacion.es