Tres lecciones que cambiaron mi vida

Quisiera hablarles del mundo de las ideas. Me refiero a esa conclusión a la que se llega tras observar ciertos fenómenos. No pretendo dar ninguna lección, porque además sobre una misma representación mental caben muchos puntos de vista. Recuerden aquellos albañiles que están poniendo ladrillos y uno está muy serio porque está trabajando mientras que el otro canta porque está construyendo una catedral.

Hoy, a las 13 horas, formo parte de un interesante panel en la Universidad de Salamanca (ver canal YouTube) junto al catedrático de informática de esta venerable institución, Juan Manuel Corchado y el magistrado asturiano José Ramón Chaves. Lo más original es el tema: el ajedrez como caja de herramientas para la economía y el derecho. En mi caso, ayudaron bastante. Ahora parece que este deporte se ha vuelto televisivo, pero hace cincuenta años, éramos deportistas raros. Una actividad de gente seria y aburrida. Tampoco andaban tan descaminados. Lo cierto es que practicarlo no viene mal a nadie. Todo lo contrario.

Con la perspectiva que da casi medio siglo de distancia, hoy soy consciente de algunas cosas que me influyeron positivamente siendo niño o adolescente y anticiparon, sin saberlo, las reglas de la vida en sociedad. Aprovecho para compartirlas con ocasión del impresionante Festival de Ajedrez que se celebra en la entrañable ciudad de Salamanca, donde se combina la parte deportiva y cultural.

Con José Ramón Chaves ante la fachada de la Universidad de Salamanca

La primera idea. Un joven de 12 años juega con su hermano mayor al ajedrez. Como suele ocurrir, el grande gana siempre al pequeño. Así, una vez tras otra. Entonces, alguien le regala un libro de ajedrez que plantea muchas celadas para el comienzo del juego, donde el aficionado medio cae con facilidad. Como se imaginan, el menor comienza a ganar al mayor, menos preocupado por ascender en el escalafón familiar. Esa sencilla experiencia transmite al joven una idea revolucionaria, que le acompañará toda su vida: todo está en los libros. El valor del conocimiento que permite resolver problemas. Incluso, el aprendizaje sin aplicación inmediata. El chico entiende que leer a Tom Sawyer no tiene mérito porque se disfruta. Sin embargo, aprender a dar mate en el final de alfil y caballo exige cierto esfuerzo anticipativo (quizás lo necesite en alguna partida) y conecta directamente con el ámbito científico. Manejar conceptos y sistematizar será la única manera de prosperar. Hay también que aprender de los clásicos. Si estudias mucho, vences mucho. No me digan que no es una lección extraordinaria cuando un niño la va descubriendo por si mismo. Décadas después un famoso golfista hizo famosa la frase «Cuanto más entreno, más suerte tengo». En ajedrez, la progresión se produce más por el estudio que por el entrenamiento y es más perceptible que en otros deportes. Además, en ese aprendizaje no hay sitio para el azar. Otra interesante lección.

Segunda idea: Son los años 70 y nuestro joven entusiasta averigua que existen clubs de ajedrez, donde los aficionados van algunas tardes y juegan entre ellos, analizan partidas magistrales de alguna revista, charlan. Cuando toca marchar, los mayores suelen tomar alguna cosa en los bares cercanos. Cuando eres de “su nivel” invitan a acompañarlos. “¡Cinco vinos y una Fanta pal chaval!”. Sesudas personas que doblan, triplican o quintuplican su edad hablan de todo e incluso piden opinión al joven, que al día siguiente tiene examen de los Cartagineses, mientras aquellos mayores tendrán que enfrentarse a una inspección de Hacienda o a la anunciada visita de sus nietos. El ajedrez le va enseñando que uno vale lo que vale en su mundo, no por la edad o la clase social, sino por el conocimiento o la maestría en su tarea. ¿Ganas? Entonces eres respetado. Para eso tienes que estudiar, claro. Si eres bueno en tu tarea, no importa la edad o la procedencia, eres valorado, consultado y hasta felicitado. Puro ascensor social.

Seguramente este efecto se encuentra también en otros deportes, pero en ajedrez se producen con mayor intensidad, pues compiten personas de muy diversa procedencia y edad. Hoy los ordenadores personales permiten dominar cualquier materia sin salir de casa, lo cual plantea nuevos problemas. En aquellos años era imprescindible socializar para acceder o contrastar cualquier conocimiento, ajedrez incluido.

Tercera idea: Anticiparse y hacer planes. El ajedrez son planes. La estrategia es aquello que prevés hacer con independencia de lo que haga el rival. También hay táctica, frente a los movimientos concretos del contrario, quien suponemos elige la mejor de las opciones. Así piensa el ajedrecista y, por tanto, debe anticiparse y avanzar hacia ese futuro de posiciones favorables. Pues bien, el joven ya en la Facultad, queda campeón regional y en medio de su inmensa felicidad, acostumbrado a analizar posibles escenarios, ve el árbol de las variantes de su vida deseada, como hace ante el tablero y se da cuenta de la energía y el tiempo que exigen los siguientes escalones deportivos; hacia dónde le conducirán con sus limitadas cualidades y, sobre todo, qué beneficios tendrá. Ajedrez en estado puro. Entonces, sin saberlo, ejecuta otra amarga enseñanza que sólo un correcto y despiadado análisis permite: dejarlo a tiempo. Lo primero que se debe aprender ante el tablero es a controlar las emociones y el tiempo de reflexión, pues el reloj está siempre al lado. El autoengaño en la vida tampoco lleva a ninguna parte. Así que la misma caja de herramientas que tanto sirvió para llegar hasta allí debe ser abandonada. Un verdadero sarcasmo. El aprendizaje había cumplido su objetivo y cuarenta años después será recordado en una tribuna que el autor dedica a sus compañeros del club de ajedrez del Centro Social de Colloto, en Oviedo, sobre todo a los más jóvenes.

(Publicado en La Gaceta de Salamanca, el 15 de diciembre de 2021)

Victor Korchnoi analiza junto a Boriz Zlotnik durante un receso del Torneo Internacional Principe de Asturias, en el Palacio de los Deportes de Oviedo. Una sencilla foto que resume magníficamente lo que significa el ajedrez. Jóvenes y mayores, análisis y práctica. No se para ni en el descanso!

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