El viernes acudí a la venerable Universidad de Salamanca. Se celebraba los cincuenta primeros años de la Asociación de Antiguos Alumnos de la Universidad (ASUS) en el Salón de Actos de la Hospedería Fonseca. El redondo cumpleaños venía acompañado de un espectáculo: La Pasión, presentado de manera conjunta por Miguel Ángel Berna y Los Tambores de Calanda. Un original e insólito cara a cara entre la danza y el sonido de los extraordinarios tambores que sirve de argumento para encontrar viejos amigos y mantener el contacto con las instituciones por las que se tiene aprecio.
¿Aprecio? Pero … ¿Se tiene aprecio a las instituciones? Si, han leído bien. Se trata del orgullo de pertenencia a un cierto grupo social o geográfico al que han estado vinculados en una determinada etapa de la vida, quizás la más intensa: la vida universitaria. No es raro que, organizaciones como la ASUS, constituyan un foro internacional presente en la actualidad en 16 países.
Este tipo de asociaciones de antiguos alumnos representan una manera de vincular a los antiguos estudiantes o simpatizantes con una universidad. Sin embargo, a diferencia de las sociedades anglosajonas, en España tienen poco peso. ¿Porqué? Hasta hace sólo unos pocos años, el alumno carecía de relevancia en el entramado académico e institucional.
No es preciso remontarse a la Universidad salmantina del siglo XVI, donde se llamaba Rector a uno de sus estudiantes; ni recordar la acerada crítica de Adam Smith, en La Riqueza de las Naciones: “La Universidad está diseñada, en general, no en beneficio de los alumnos, si no en función del interés o mejor dicho, de la comodidad de los maestros«.
Muchos estudiantes norteamericanos, transcurridos unos años después de graduarse, encuentran que estas asociaciones son una gran red social, y no dudan en apoyarla económicamente. Conocí un ingeniero dominicano que todos los años tomaba unos días libres para acudir a la recepción que daba el Rector de su antigua universidad. Al viaje y la estancia debía añadir el cheque que dejaba como donativo. ¿Cómo podemos ser tan distintos?
Se me dirá que allí, el papel del Estado (en sentido amplio) es distinto pero no dejo de tener cierta envidia de la fuerza de su sociedad civil. Aunque no envidio para nada su carísima sanidad, sólo para ricos, no es infrecuente que las clases medias colaboren directamente en es sostenimiento de instituciones educativas.
El ejemplo norteamericano
Frente a lo que pudiera pensarse, en los Estados Unidos la enseñanza superior es mayoritariamente pública. El 75% de sus quince millones de estudiantes (y dos millones de titulados) siguen una enseñanza pública. La variada oferta de instituciones permite a los alumnos escoger sus estudios en función de sus propios medios financieros, con matrículas que oscilan desde los 20.000 $ de Harvard a la práctica gratuidad de los Community Colleges de California. Sin embargo, la doctrina y la opinión pública es muy crítica con los costes de las universidades americanas. Aunque sólo el 15% de sus recursos proviene de la matrícula (¡como aquí!) una octava parte del presupuesto universitario se va a parar a relaciones públicas y gastos de reclutamiento de nuevos estudiantes. Mirad la opinión de un estudiante español sobre el sistema.
La mitad de las universidades norteamericanas más punteras en la recaudación de donaciones particulares eran públicas. Sus inmensos fondos de inversión, generalmente surgidos de donaciones fiscalmente incentivadas (Endowment Funds) sólo permiten el uso de los dividendos o intereses producidos cada año.
En mayo de 2001, la Universidad de Stanford recibió $400 millones, por parte de la Hewlett Foundation, destinados a ayudar a los departamentos de ciencias y humanidades y a mejorar la educación universitaria. Dos meses antes, un donante anónimo otorgó a Rensselaer Polytechnic Institut $360 millones, cifra que, hasta entonces, se consideraba como la mayor donación a una universidad estadounidense.
El anterior donativo importante a Stanford provenía del fundador de Silicon Graphics y Netscape Communications ($150 millones). El año anterior, la fundación Bill and Melinda Gates había donado $1.000 millones a un programa nacional de ayuda para que 20.000 estudiantes de grupos minoritarios en EE.UU. obtengan sus licenciaturas en los próximos 20 años.
Estos fondos educativos de los colleges y universidades estadounidenses son un mecanismo de financiación habitual, que permite un favorable tratamiento fiscal para los filántropos. Reiteremos que las Instituciones deben conservar la dotación y usar los intereses. Pocos estudiantes pero muy comprometidos.
Durante el año 2009, el «retorno» de las principales universidades estadounidenses (842 instituciones ranketadas) fue negativo: del -18,7%, terminando un crecimiento continuado de altos beneficios durante toda una década, que tuvieron un crecimiento medio del 4%. Mirad los links y veréis la verdadera cara rica de la universidad norteamericana, que sufre ahora grandes descalabros bursátiles y, por consiguiente, se resiente la calidad de sus instituciones de educación superior.
En las universidades europeas este recurso no prospera por diversas razones: el carácter público de las universidades, sostenidas por el sistema tributario altamente progresivo; menores diferencias entre los sueldos en Europa (en USA, el primer decil gana 8 veces más que el último) siendo el espíritu filantrópico una tradición cultural norteamericana. Nuestras universidades son más igualitarias, carecen del sentido del estudiante-cliente, dedican poca atención a sus licenciados, a los deportes colegiales organizados y en general, a la relación con el tejido empresarial.
Y en España … ¿porqué no?
En España, La Ley Orgánica de Universidades (LOU) establece en el art. 81.3-d, como posibles ingresos de la Universidad, los procedentes “de herencias, legados o donaciones” que tienen como característica común ser una liberalidad procedente de persona jurídico-privada. El Código Civil señala que pueden hacer donaciones todos los que no estén especialmente incapacitados por la Ley para ello, aunque no obligan al donante, ni producen efectos, sino desde la aceptación de las mismas.
La Universidad, por aplicación del art. 80.4 de la LOU, disfruta de todos los beneficios fiscales del mecenazgo, para los donativos recibidos, así como los convenios de colaboración celebrados con personas físicas o jurídicas.
José Ginés Mora suele recordar las diversas motivaciones que pueden explicar que un exalumno norteamericano se decida a realizar donaciones: un compromiso emocional con la institución que le hace sentirse obligada a pagarle de alguna forma los beneficios profesionales y sociales que ha podido disfrutar gracias a su paso por ella. También influyen los ahorros tributarios, la presión moral del resto de graduados y hasta una mezcla de altruismo y egoísmo, pensando en el prestigio social que eso les da, en los contactos comerciales que les proporciona, o en la influencia que pueden ejercer, ya sea en la investigación o en otros aspectos de las actividades universitarias.
En España, pocas instituciones como UNIVERSIA, se han dado cuenta del enorme potencial de negocio de la imagen universitaria. Hace siete años, cuando era Gerente de la Universidad de Salamanca, escribía un artículo glosando la celebración de las Jornadas de Gerencia Universitaria. Entonces terminaba, como ahora diciendo:
Las universidades son entidades complejas, con una notable proyección social. Es merito del Banco Santander, y don Emilio Botín, el haber mostrado, con sus altas pujas por compartir nuestra imagen institucional, ya que no somos acción social para las cajas de ahorros, sino un verdadero socio activo con el que hacer negocios; una empresa cuyo apreciado patrimonio está integrado, sobre todo, por miles de personas que son y serán el capital intelectual de España.


El editorial de El País de hoy se dedica a la Universidad Pública. Concluye:
El aumento de las tasas universitarias debe debatirse en términos de equidad y eficacia y no de recortes presupuestarios. No resulta muy equitativo, por ejemplo, que familias acomodadas, que se permiten llevar a sus hijos en edad escolar a centros privados o concertados, experimenten un considerable alivio financiero cuando llegan a la Universidad, precisamente el tramo de la enseñanza que no es obligatorio y que mejores réditos proporciona en términos de oportunidades laborales.
En un artículo de interior titulado «Universidad busca empresa» indica:
El 9% de la investigación universitaria (317 millones) se financia desde las empresas, según recoge el último informe de la Fundación CyD (Conocimiento y Desarrollo). El porcentaje supera la media europea (6,7%), pero está lejos de países como Alemania, que capta el 14,2% de fondos.
Y en una tribuna de opinión, Dídac Ramírez, rector de la Universidad de Barcelona, apunta que el modelo de financiación de la universidad pública se ha anclado en unas premisas que lo hacen insuficiente al no tener en cuenta la necesidad de consolidar personal y equipamientos para mejorar: «Hace falta fomentar la confianza de la sociedad, las Administraciones y las empresas en un sistema universitario que lleva siglos contribuyendo al beneficio social y al crecimiento económico».
En definitiva, los mismos problemas que hace 25 años. Parecería que no hemos avanzado nada …
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Antonio,
en primer lugar enhorabuena por tu post, como acostumbras a hacer pintas un paisaje completo de los temas y este post no es una excepción.
Las diferencias entre el modelo USA y el europeo/español son evidentes pero quiero hacer algunas puntualizaciones:
1. hay muy poca sistematización y profesionalización del Fundraising en las universidades españolas/europeas. Cuando se ha hecho en condiciones los resultados quedan lejos de USA, pero no son despreciables. Los casos de Oxford y Cambridge van a parte son más USA que Europa desde esta perspectiva.
2. la internacionalización tiene mucho que ver con la captacíón de recursos. Ver si no una parte no despreciable de la financiación asiática que reciben las universidades top en USA.
3. Hay que recordar que una parte muy importante del compromiso social con la universidad pasa por ayudarla también económicamente. A la universidad que hay que exigirla mucho, pero también ayudarla a un nivel algo más aproximado de la ayuda que reciben las universidades en las que nos gusta reflejarnos, las top en todos los rankings.
Antonio, gracias, una vez más por tu maestría.
Xavier
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