La Sindicatura de Comptes de Catalunya acaba de publicar el informe agregado sobre las Universidades catalanas correspondiente a los ejercicios 2006 y 2007 y el curso académico 2006-2007. Se trata de un trabajo de obtención de indicadores que permitan evaluar la situación del sistema universitario de Cataluña y presentar ciertas comparaciones entre sus integrantes.
Reconoce la Sindicatura que los valores obtenidos de cada universidad adolecen de falta de uniformidad, por las grandes diferencias entre los modelos organizativos, contables y de gestión de las Instituciones respectivas. Así, la ausencia de criterios comunes de contabilización para los grupos consolidados del holding universitario o de contabilidad analítica, plantea grandes dificultades de comparación.
Permitidme que seleccione los siguientes indicadores para la reflexión:
Indicadores académicos más relevantes
Número de alumnos a tiempo completo por profesor: 9.55
Número de alumnas de nuevo ingreso: el 55,14% del total
Tasa de rendimiento (créditos superados/matriculados): 69%
Tasa de éxito (créditos superados/presentados): 85%
Titulados en relación con el nuevo ingreso 51,14%. Sin embargo, se graduaron en 2006- 2007 el 44% de los que se matricularon en 2001-2002.
Indicadores financieros más relevantes
Los gastos de personal representan el 59,4% del total del presupuesto universitario. Crecen a un ritmo del 12,51% en 2006 y del 11,27% en 2007.
Las tres universidades grandes (UB, UAB y UPC) tenían remanentes genéricos negativos, por un importe global de 176 millones de euros.
El coste medio corriente por alumno equivalente es de 8.311€, de los cuales el precio sufragado por la matricula sólo financia un 15,78%.
El coste medio de obtener un licenciado es de 31.491€
Algunas reflexiones
En muchos casos, las universidades son la mayor empresa de la ciudad o de la Comunidad, tanto por el número de empleados o de clientes como por la cuantía de su patrimonio o presupuesto anual. Esta dimensión se encara con una estructura organizativa desmotivada y poco profesionalizada en su nivel ejecutivo.
Los Órganos de Control Externo han llamado la atención sobre determinados aspectos de nuestra gestión, como las debilidades del control interno, la excesiva descentralización y desconcentración, las cuantiosas inversiones sin estrategia de futuro, la complejidad de la gestión.
La Universidad está en un período crítico en el que los cambios en las políticas públicas en el marco de la enorme crisis por la que atravesamos, unido al ritmo de los avances tecnológicos y científicos, están alterando de una forma acusada el entorno. El descenso de la natalidad y la pugna por obtener financiación adicional requerirá nuevas respuestas organizativas y financieras por parte de las universidades.
Existe una estrecha relación entre calidad y gasto universitario. Las mejores instituciones son las que tienen mayores presupuestos por alumno; esto está claro. Sus indicadores de gestión son comparados con periodicidad y son objeto de multitud de análisis, gracias al Informe del Observatorio de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas que dirige Juan Hernández Armenteros.
En la enseñanza universitaria, concluyó en los años 90 el primer proceso de reforma de los planes de estudio que, en opinión mayoritaria, fueron elaborados sin estudios previos, para «consumo interno», sin reducir su carga docente, ni tampoco las necesidades financieras que conllevan. La actual reforma para la adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior es, ante todo, una oportunidad de innovación y de búsqueda de la excelencia. Por desgracias, la crisis afectará negativamente a su implantación.
Lo que era insólito hace unos años no lo es ahora: los equipos rectorales y los gobiernos empiezan a inquietarse ante las altas tasas de retraso y abandono de los estudiantes que producen fugas hacia otras universidades o CCAA. La Fundación de Estudios de Economía Aplicada cifra en 3.300 millones de euros la factura anual del fracaso en la universidad española.
Por último, una consecuencia del mercado es el habitual menosprecio que la clase política dirigente siente hacia la intelectualidad académica o el relativo abandono de las humanidades que, como alerta Ignacio Ramonet “amenaza con la desaparición de todo lo que es un aspecto del saber que no tiene valor mecánico porque no tienen valor práctico en el mercado de trabajo”. Se generaliza la iniciativa de los profesores de algunas Facultades y Escuelas, que rivalizan en sus visitas periódicas a los bachilleres, presentándoles las excelencias de su titulación.



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