
Así cantaba hace unos años el canalla de Joaquín Sabina hablando del Madrid de los ochenta.
De la misma manera, el titular que presentamos hoy, correspondiente al diario El País, pone de relieve el cambio social que se ha venido produciendo en los últimos años: la crisis de las vocaciones científicas, generalizada en los países desarrollados en los noventa, no ha tocado todavía fondo en España y los jóvenes prefieren las ciencias sociales y la economía frente a las ciencias experimentales y la tecnología, salvo las ciencias de la salud.
Lo advertía este otoño George Steiner: «Europa apesta a dinero«. En su opinión, la única aspiración de las élites intelectuales consiste en dedicarse a la banca, convertirse en multimillonarios a los 25 años. La política o la investigación han perdido todo su atractivo. Ni siquiera la literatura atraviesa su mejor momento, y a Steiner le parece «un poco inquietante» que el Nobel recaiga en una autora de 88 años, aunque admire a Doris Lessing y le guste su obra.
Aunque contamos con una tasa de graduados superior a la media comunitaria (el 29,9% frente al 23% y aun lejos del 40% finlandés) nuestros profesores se quejan del bajo número de quienes realizan una tesis doctoral. No debe extrañarnos. Un tercio de los graduados vive con sus padres cinco años después de licenciarse. Añádale la carga de proseguir con un postgrado. Los chicos pronto detectan que el dinero no produce la felicidad aunque provoca una sensación muy parecida.
En este marco, es grato encontrar la política de becas predoctorales promovida por el Banco Santander, que congrega todos los años docenas de autoridades en el paraninfo salmantino. Os recomiendo el cálido y breve discurso del Rector de la Universidad de Salamanca, José Ramón Alonso (biólogo), con ocasión de la entrega de las 165 Becas de este año, para doctorandos iberoamericanos. Su lectura demuestra que la elocuencia no es exclusiva de los doctores en humanidades.

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