
En la época de las inmensas bases de datos, del uso de algoritmos de respuesta instantánea, los fundamentos recobran una creciente importancia. Parece una contradicción. Ocurre en muchas áreas científicas. Con tanta tecnología, un letrado o un funcionario ante un expediente pueden construir un relato con buena y contrastada jurisprudencia, con oportunas menciones legales.
Hoy, que además impera la dictadura del indicador en la métrica de las publicaciones y la esclavitud de las citas bibliográficas, encontramos trabajos que siguen siendo muy citados durante décadas. En todos los campos del saber, a pesar de tantos rápidos avances, existen «piedras angulares» que fueron esenciales para la creación de conocimiento y para la formación de una base teórica sólida sobre la que descansa el saber. Quienes lideran la élite científica tienen la obligación de darlos a conocer y orientar a las generaciones futuras.

Acaba de publicarse Clásicos del Derecho Público (II). Una nueva obra de Francisco Sosa Wagner y de Mercedes Fuertes (Marcial Pons, 558 páginas) que es la continuación de la serie iniciada hace dos años en la misma editorial. Entonces presentaban a “parientes remotos que escribieron y pensaron en Francia, en Alemania, en Austria y en Italia, conscientes de que lo hicieron para facilitarnos las cosas a quienes hemos venido detrás (..) para advertir cabalmente la forma en que nuestros maestros se enfrentaron a los grandes enigmas que son en buena medida nuestros enigmas y a los pequeños problemas que siguen siendo en la misma medida nuestros problemas”. Como advertía en 2023 el catedrático asturiano Alejandro Huergo, el diario La Nueva España, hoy interesan en derecho público, casi exclusivamente, aquellos conceptos e ideas de las revoluciones liberales de finales del siglo XVIII, que son el origen de nuestro orden político y administrativo.
Ahora, Mercedes y Paco abordan con un prosa cuidada y aguda, la vida y la obra de los autores españoles e hispanoamericanos que escriben desde comienzos del siglo XIX hasta principios del siglo XX. Además, reúnen aquellos textos más relevantes de los autores estudiados, algo que, como dicen en la contraportada del libro “contribuirá a ordenar la cabeza de los jóvenes en formación y al deleite de los adultos con devoción”.
El lector encontrará capítulos dedicados a Dou y Bassols -desconocidos para los no especialistas- y a heraldos (sic) como Argüelles o el conde de Toreno; a las primeras cátedras de Derecho político explicadas por Ramón de Salas o Alcalá Galiano; a políticos “contorsionistas” junto a los forjadores de una Administración moderna, como Burgos, Oliván o Posada. Se trata de la época en la que “el Derecho atrapa a la Administración y nacen el Derecho administrativo y, con él, el remedo de un letárgico Estado de Derecho”, con dos emblemas: Colmeiro y Santamaría de Paredes. Destaca el protagonismo de los ilustrados hispanoamericanos -grandes ignorados aquí- así como los pensadores que participaron en las Cortes de Cádiz en 1812, “donde se perfilaron los conceptos del derecho público que van a quedar para ser pensados y repensados, triturados podríamos decir, a lo largo de toda la centuria”.

Los autores hacen un repaso de nuestro siglo XIX que contó con un grupo de hombres “formados en la amargura fecunda de los exilios y también en los saberes jurídicos (..) que pretenden fines tan elementales como los de hacer que funcione la Administración que sus servidores sean personas capaces y honestas … conviene recordarles y releer sus obras”. Sin ir muy lejos, al abogado asturiano Jorge Pérez Alonso -que ya ha glosado la obra en su página Monsieur de Villefort- le suenan familiares en la España de 2025 los sones de la música entonada por el gran jurista Sainz de Andino en 1829.
En fin, un libro donde Mercedes y Paco confiesan un punto de apasionamiento y de seducción expositiva para acercarnos a los grandes personajes históricos de nuestro Derecho público. Mirad aquí la última reseña conjunta. Debemos agradecerles este hermoso regalo donde cada frase parece fruto de la sutil reflexión y debate entre ellos. Sigo al Catedrático Sosa desde hace 45 años, cuando era nuestro profesor de derecho administrativo económico. Le recuerdo en el aula con su ingenio erudito revelando a sus alumnos, con ese peculiar sentido de humor, la confidencia de la enorme autoridad de su Maestro, capaz de regalar a su esposa Amparo un recurso con su nombre en la recién aprobada Constitución Española. Aun no sé si se trataba de una broma para mantener la atención de la clase.

Entre sus obras de referencia debo destacar las Memorias dialogadas, una biografía ping-pong (pregunta-respuesta) que glosa aquí José Ramón Chaves con cariño y admiración; algo que también se deja entrever en los comentarios de su blog con ocasión de su Lección de despedida, tras su jubilación que también comenté en mi blog (“El legado de las élites”) y terminaba con la esperanza de que continuase publicando. Ha superado las expectativas y nos ha deparado desde entonces bastantes trabajos además de las espléndidas tribunas semanales de prensa.
Sosa Wagner: «no sería malo que los profesores de Derecho empezáramos copiando las obras de los clásicos como hacen los pintores en los museos para aprender su oficio».
Pues bien, justo en la última página de estos Clásicos (II), antes de la bibliografía citada, la obra nos vuelve a sorprender con un Reencuentro donde, citando a Horacio, Mercedes y Paco admiten que quien comenzó tiene ya hecha la mitad de la obra. Del mismo modo, ellos prevén continuar con más tomos y contarnos las aventuras o desventuras de nuestros antepasados y de sus escritos “en un contexto histórico en el que tuvieron que gozar y pelear”. Aguardamos con interés el siguiente volumen.
Una version de este artículo fue publicado en La Nueva España



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