Queridos seguidores de esta bitácora fiscalizadora: llegan las fiestas navideñas y con ellas los más afortunados disfrutan de las comidas de empresa, de la paga extra, del sorteo de la lotería y del buen rollo. Parecería que felicidad nos invade y hacemos balances (vitales y económicos) llenos de buenos deseos.

Así que sólo me queda desearos unas felices fiestas, que disfrutéis y hagáis un buen inventario del año. Pero al felicidad es relativa y muy caprichosa. Cuenta Manuel Conthe en su libro “la paradoja del bronce” como la psicología económica nos ofrece muchos ejemplos de los efectos contradictorios que muchos resultados de las competiciones (electorales o deportivas) producen sobre los primeros clasificados.

Entre ellas, la paradoja originada al observar que los atletas de las Olimpiadas de Barcelona cuando conquistaban la medalla de bronce exteriorizaban más satisfacción que los premiados con la plata, que se comparaban con el ganador. Por el contrario, los del bronce observaban felices a quienes no habían conseguido ni siquiera subir al podio: «Las medallas de plata son las únicas que no se ganan, sino que se pierden«. Todo es relativo.

En este sentido, hace siete años recordábamos que el mapamundi de la felicidad se debería parecer bastante al del ranking de los Estados de Bienestar. Sin embargo, este año encontramos países con grandes carencias sociales donde el 70% de su población (Brasil o Argentina) se declara feliz o muy feliz o el caso de mi querida Colombia donde así se confiesa el … ¡¡89%!! Osea que Europa se está convirtiendo en un continente triste.

Algo para reflexionar durante estas fiestas, para las que os reitero toda la felicidad que podáis percibir sin contradicciones. Como veis no puedo dejar a un lado mi parte económica …