Objetivos e indicadores medioambientales: evitemos su confusión

Objetivos e indicadores medioambientales: evitemos su confusión.

Manuel Lagarón Comba
Tribunal de Cuentas de España

Con frecuencia, tanto los administradores, como los controladores de la actividad pública solemos confundir los términos objetivo e indicador. Tal confusión trae consigo dificultades a la hora de establecer los parámetros adecuados de gestión por parte de quienes tienen a su cargo la ejecución de una política puesta en marcha por un gobierno, y de quienes debemos participar de su control y evaluación.


Hace algunos años tuvimos la oportunidad de asistir a un curso de verano que tuvo lugar en una localidad próxima a Madrid. Una de las ponencias se titulaba Los indicadores en la auditoría de gestión, y fue defendida magistralmente por una autoridad en esta materia, quien también preside una de las entidades superiores de fiscalización más representativas del área EUROSAI.

La charla, que fue dictada en inglés, vino acompañada del oportuno documento traducido al idioma español. Precisamente, en uno de los apartados, el cual estaba dedicado al diseño de los indicadores de realización; y, concretamente, en relación con la materia medioambiental, se mostraba un ejemplo de lo que sería un indicador mal diseñado:

«Indicador: “Mejorar la calidad del aire” medida en función del número de días en que los niveles especificados de calidad del aire se cumplen. Normas relativas a ocho contaminantes, entre ellos:
• Monóxido de carbono 11,6 mg/m3: promedio de 8 horas para fines de 2003.
• Benceno: 16,25µg/m3: media anual consecutiva para fines de 2003».

Pues bien, es cierto que el indicador no está bien diseñado, por cuanto que, entre otras cosas, si se lee cuidadosamente, se observará que no es fácil su comprensión. De hecho, cualquier gestor, controlador o usuario tendría dificultades para aplicarlo a sus fines respectivos. Pero es que, además, entendemos que no se trata de un indicador, sino más bien de un objetivo o meta a cumplir, condicionado a un procedimiento de medición, y al cual se le han asociado unas unidades de medida.

Por tanto, nos hemos atrevido a redactar con más precisión el ejemplo anterior y a proponerlo como una alternativa, con la esperanza de recibir el comentario de quienes tengan la amable curiosidad de acceder a este foro.

Directriz o estrategia: Mejorar la calidad del aire

Objetivo: Conseguir que los niveles de ocho gases contaminantes no superen los siguientes límites para fines de 2003, entre ellos:
Monóxido de Carbono: 11,6 mg/m3
Benceno: 16,25 µg/m3

Indicador de realización: Niveles de CO y de C6 H6, medidos en promedios mensuales respecto de las muestras tomadas a lo largo de ocho horas diarias, entre las 12:00 a.m. y las 20:00.

Unidad de medida: mg/m3 y µg/m3, respectivamente

De este modo, entendemos que queda mejor establecido el objetivo, que es la meta a cumplir por los gestores que están a cargo de la ejecución de la política medioambiental correspondiente, y que, como se puede ver, es mesurable y está referido a un plazo. Lo mismo ocurre con el indicador, que es el instrumento de evaluación del que se valen dichos gestores para comprobar el cumplimiento del objetivo establecido en la política. Y, por último, la unidad de medida, que es la magnitud que estos utilizan, a su vez, para aplicar el indicador, y que servirá para evaluar el cumplimiento del objetivo.


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Comentarios

  1. Una vez entendida la distinción, espléndidamente explicada, entre Objetivo, Indicador y Unidad de Medida, creo que el problema viene dado porque en la gestión pública hay ámbitos en que los indicadores son «objetivos» y otros ámbitos en que son «subjetivos», o lo que es lo mismo, que los políticos actuando sobre unos u otros indicadores ( e incluso unidades de medida) pueden mostrar mayor grado de consecución de un objetivo. Con ello, el sistema admite manipulaciones. Veamos un ejemplo. El objetivo del Empleo público es la eficiencia: rendimiento con mínimo coste.

    El reciente Estatuto de los Empleados Públicos fija la evaluación de rendimiento como Objetivo medial, y los indicadores pueden ir desde: la percepción del jefe sobre el rendimiento, a las horas trabajadas, las quejas o felicitaciones, pasando por los expedientes ultimados o incluso por la luminosidad y esmero ambiental de su despacho. Según se fije uno u otro criterio, o varios conjuntamente, la Memoria final de resultados dará uno u otro balance. En suma, el problema del control público radica en la determinación de indicadores reales, sustanciales e idóneos en relación a los fines.

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