
Una de las enormes ventajas del Palacio de Congresos de Córdoba es, junto a las magnificas instalaciones y patios, su excepcional ubicación, en pleno centro de la ciudad, como podéis ver en la foto, a escasos metros de ese grandioso monumento que es la Mezquita-Catedral. Rodeado de varios hoteles de tamaño medio donde muchos de los 700 asistentes (que gran efecto multiplicador en el territorio) nos alojamos y podíamos llegar en unos pocos minutos, atravesando cada mañana el majestuoso patio de los naranjos, que es parte del monumento.

Todos los congresos y reuniones científicas incluyen alguna actividad cultural encajada en el programa; así que el CCIL25, como no podía ser de otra manera, ofreció a los asistentes una visita organizada a la Judería y la Mezquita Catedral de Córdoba en grupos de 30 asistentes. Recordemos que estamos ante uno de los monumentos más importante del mundo, un sitio declarado Patrimonio de la Humanidad en 1984 (año en que yo hice una parte de mi servicio militar en esa ciudad) que destaca por su singular arquitectura que fusiona el arte omeya con el gótico, renacentista y barroco cristiano.
Pudimos ver lo bien que estaba quedando la restauración del reciente incendio, causado accidentalmente este mes de agosto, por un fallo eléctrico en la batería de una barredora mecánica que afectó a 60 metros cuadrados, de los más de 13.000 que tiene el monumento, con un coste de reparación estimado en alrededor de un millón de euros. La máquina estaba guardada en una capilla 37 que se usaba como almacén para material de limpieza, y el cortocircuito provocó que las llamas se propagaran rápidamente, pero la inmediata intervención de la propia seguridad del edificio y hasta 35 bomberos permitió perimetrar el incendio en menos de dos horas y evitar su propagación a otras zonas con estructuras de madera. El operativo se benefició de los simulacros periódicos realizados en el monumento. Muchas reflexiones surgen aquí para los funcionarios del mundo del control.
Otro pensamiento que todos tuvimos: la complejidad del riesgo moderno en entornos históricos exige seguros de responsabilidad y protocolos rigurosos a las contrataciones externas. En este caso, la potente seguridad del monumento con un sistema de vigilancia integral que, como nos explico el guía, combina dos centrales con cinco tipos distintos de sensores y personal presente 24 horas. Funcionó su Plan de Autoprotección, actualizado y aprobado en 2020, apenas un año después del desastre de Notre Dame. La respuesta de los bomberos fue el fruto de simulacros periódicos que ensayan la coordinación entre el personal del Cabildo Catedralicio y los cuerpos de emergencia. “Este aparente éxito, sin embargo, revela una verdad incómoda: la mayor amenaza provino de un riesgo aparentemente mundano, porque la causa raíz no es el fallo del equipo, sino en el protocolo de gestión de riesgos operacionales”. Está pasando periódicamente con las baterías en muchos garajes.

Durante la visita a la Mezquita cordobesa, Antonio el guía que nos tocó en suerte, hizo una referencia a la conquista de Granada por el Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba (1453-1515), nacido en esa provincia y con un magnífico monumento ecuestre en la cercana plaza de las Tendillas.
Estando en una reunión dedicada a la fiscalización y al control de las finanzas públicas no pudimos evitar, en nuestro grupo y conocedores de la historia de las cuentas públicas, echar unas risas en referencia a las “cuentas del Gran Capitan”. Se trata de una de las grandes figuras militares de la época, hábil diplomático, genial estratega con una personalidad peculiar, generosa y protectora de su gente, esto habitual en el mundo castrense.
Es verídico que los contadores reales descubrieron, al revisar el balance de las campañas militares, que las sumas gastadas iban mucho más allá de lo presupuestado. Su magnanimidad era superior a su aptitud como administrador lo que dará lugar a malentendidos en la justificación de los gastos, y que se encuentra en el origen de la leyenda sobre las cuentas del Gran Capitán.
En efecto, consta que según los libros contables, resultaba Gonzalo alcanzado en grandísimas sumas; mas él trató la demanda con alto desprecio y se propuso dar una severa lección, tanto al Rey Fernando como a sus tesoreros, del trato y consideración debidos a un conquistador de reinos. La famosa anécdota es excelente, aunque parece apócrifa; no hay consenso de que con indiferencia y serenidad respondiera ante la exigencia de rendición (de cuentas, porque de guerra nunca perdió) que al siguiente día presentaría estas justificaciones por las cuales quería demostrar que el alcanzado no era él si no el propio fisco, que le reclamaba.
Su legendaria justificación sería la siguiente:

“200.736 ducados y 9 reales para frailes, monjas y pobres que rueguen a Dios por la prosperidad de las armas españolas; cien millones en picos, palas y azadones; cien mil ducados en pólvora y balas; diez mil ducados en guantes perfumados para preservar del mal olor de los cadáveres de los enemigos tendidos en el campo de batalla; ciento setenta mil ducados en poner y renovar campanas destruidas con el uso continuo de repicar por nuevas victorias conseguidas sobre el enemigo; cincuenta mil ducados en aguardiente para las tropas en un día de combate; millón y medio de ídem para mantener prisioneros y heridos; un millón en misas de gracias y Te Deum al Todopoderoso; tres millones de sufragios por los muertos; 700.492 ducados en espías y cien millones por mi paciencia en escuchar que el Rey pedía cuentas al que le ha regalado un reino”.
El Congreso no pudo terminar mejor que con la visita guiada al casco histórico y la Mezquita-Catedral. Un programa -académico y no académico- cuidado al milímetro, cuya preparación fue supervisada regularmente por un equipo directivo que lleva varias ediciones superándose a pesar de que cada evento parece insuperable.



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