Libertades, instituciones y pandemias

Algunas de las escenas iniciales de la película “Enemigo a las puertas” (2001) me parecen insuperables. Docenas de lanchas atestadas de soldados soviéticos intentan cruzar el rio Volga hacia la asediada Stalingrado. Desde el aire, aviones alemanes lo impiden ametrallando a placer. Un capitán en la barcaza ordena seguir adelante y cuando algún soldado se tira al agua para sobrevivir, el oficial le tirotea a bocajarro para intimidar a los restantes reclutas. Cuando llegan a tierra, otro mando da ordenes para disparar a quienes no quieran avanzar entre las balas. Difícil elección: morir a manos del jefe o del enemigo.

Muchos historiadores sostienen que sólo la maquinaria autoritaria de Stalin (¡ni un paso atrás!) pudo parar y derrotar la invasión del ignominioso ejercito de Hitler. En China han derrotado (o eso parece) al coronavirus con un modelo de gobernanza estricto. Ni opinión pública ni oposición política que valga. Meten las excavadoras y resuelto. O tanques como Tiananmen. Cabe preguntarse cuánto despotismo esconde esa victoria. ¿El fin justifica los medios? Allí, para empezar, confinan dos semanas al llegar del extranjero (y otras dos en el destino) y ¡ay de ti como trates de escaquearte! Tampoco intentes criticarlos en las redes sociales que puedes desaparecer.

En las democracias occidentales, estas respuestas públicas desafían unas libertades conquistadas con el esfuerzo de generaciones, que disfruta una ciudadanía siempre crítica con la autoridad de cualquier signo político. Quizá eso explica que aquellos países donde importa el Estado de Derecho, con cultura de la legalidad y la tolerancia, estén sufriendo más en la lucha contra las infecciones de la pandemia.

El ejercicio de los derechos de reunión o circulación son un ejemplo. El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, formulaba el pasado domingo su escepticismo sobre el «pasaporte de vacunación» en la Unión Europea. Junto a problemas de oportunidad surgen cuestiones esenciales para la protección de la privacidad de los datos y los derechos humanos que se enredan en un debate jurídico complejo. Después podrían exigirlo para ir al futbol, al campus o para optar a un trabajo.

La idea es que los viajes por toda la UE solo sean posibles para las personas que hayan recibido la vacuna. Algo que permitiría traer este verano a España a aquellos turistas seguros que portaran estos certificados de vacunación electrónica del coronavirus. Ya hay empresas tecnologías trabajando en un sistema de verificación para evitar su posible falsificación y así favorecer la movilidad internacional ¿Nacerá una nueva aristocracia de “vacunados certificados”?.

Además, los regímenes democráticos continentales incluyen varios niveles de gobierno y un equilibrio entre los diversos poderes territoriales: local, regional, nacional y europeo. Estamos viendo distintas formas de enfrentar la emergencia sanitaria y podemos comparar los resultados. La descentralización ha demostrado su principal virtud, estar cerca de los problemas, pero también tiene sus detractores.

No son pocos los estudiosos fuera del ámbito de la salud que han profundizado con más o menos tino en la cuestión de la “gobernanza multinivel” frente a la pandemia. Así, el jurista y rector salmantino, Ricardo Rivero, en un artículo de la Revista Vasca de Administración Pública del mes pasado, entiende que la crisis COVID-19 ha puesto en evidencia las debilidades de nuestro sistema institucional para reaccionar con eficacia.

Ricardo Rivero

En su opinión, la tardanza de la respuesta europea pone de manifiesto uno de los primeros inconvenientes de la falta de capacidad de anticipación de nuestra gobernanza multinivel: “Si España hubiera limitado la movilidad con Italia, suspendido los vuelos y evitado varios eventos deportivos con equipos de ambos países, hubiera neutralizado una de las principales vías de entrada y contagio (..) Una Europa unida parece impedir que cualquier Estado miembro adopte medidas unilaterales de este tipo, aunque tal criterio ha saltado por los aires cuando tantos gobiernos europeos han desaconsejado viajar a España, por nuestras cifras de contagio”.

Desde su punto de vista, las soluciones de «talla única» anulan una de las ventajas del federalismo: comparar el mayor acierto o fracaso de las soluciones adoptadas ante problemas similares. En este sentido, no aprecia Rivero una correlación entre modelos territoriales y eficacia ante esta crisis.

En todo caso, estos meses hemos aprendido algunas lecciones amargas pero útiles. Los países desarrollados no gestionaron la crisis tan bien como se esperaba, mientras que naciones más pobres, pobladas y vulnerables superaron las expectativas. La diferencia plantea cuestiones importantes no solo sobre la gestión sanitaria, sino también sobre la gobernanza en las democracias más grandes y antiguas del mundo ¿Por qué fracasan Estados Unidos y el Reino Unido cuya curva de muertes no se aplana?

No se trata de señalar con inquina ni buscar culpables por no atajarla, o por la gestión en los sucesivos valles y olas acontecidos. Apuntaba Fernando Vallespín recientemente que la famosa cogobernanza puede ser la excusa perfecta para la desresponsabilización generalizada. Aunque quizá deberíamos preguntarnos si el foco de culpabilidad debería situarse en todos nosotros, la propia ciudadanía, entendida como grupo que comparte hábitos culturales, estilo de vida, disciplina, respeto y orden ante las restricciones sanitarias. El ciudadano europeo frente al hindú o el africano.

El Tribunal de Cuentas Europeo pone de manifiesto que Alemania lanzó la respuesta más importante con medidas presupuestarias por un valor aproximado del 43 % de su PIB, seguida de Italia (37 %), Francia (23 %) y España (22 %).

También resulta útil observar el índice de rigor en la respuesta a la covid-19 (un número de 0 a 100) que elabora la Oxford COVID-19 Government Response Tracker, mediante un equipo de 100 investigadores que actualiza continuamente los datos de 17 indicadores de respuesta de los gobiernos. Valoran las políticas de contención, como el cierre de escuelas o de centros de trabajo, espectáculos, del transporte público o el confinamiento domiciliario. Cuando China tomó sus medidas más fuertes, su curva de muertes se estancó. En países como el Reino Unido o los EE. UU y la India, los gráficos de Oxford muestran que la curva de muerte no se ha aplanado después de que se aplicaron las medidas más estrictas. Un lio.

No deja de sorprenderme que España se ganó la condición de potencia económica mundial (13 entre todos los países del mundo) y es la de séptima potencia mundial en investigación con una administración vertebrada armónicamente en tres niveles: estatal, autonómico y local.

No deja de sorprenderme que en España, después de 9 meses de convivencia con el coronavirus, no logramos frenar la montaña rusa en que se ha convertido la COVID-19 ¿Tendrá que ver nuestro sistema educativo situado en el vergonzoso puesto 38 del mundo, tras Indonesia? ¿Será que los ciudadanos no conseguimos interiorizar el problema, sobre todo los más jóvenes, y disciplinarnos voluntariamente sin necesidad de órdenes y restricciones públicas? Quizás la respuesta, al, igual que el problema, está “flotando en el viento”, como cantaba Nobel y Premio Princesa de Asturias, Bob Dylan.

Una versión de este artículo fue publicada en La Nueva España

 

3 comentarios en “Libertades, instituciones y pandemias

  1. Tribuno

    «»Cabe preguntarse cuánto despotismo esconde esa victoria» (régimenes autoritarios).
    Ok.
    También cabe preguntarse cuánta mentira esconden algunas democracias occidentales, cuanta estafa supone el «Estado de Derecho» (tan cacareado) de algunas democracias occidentales, cuando un partido político es condenado, PP, ya con sentencia firme a 300 años de cárcel, 300 años, y ha sido calificado por la Justicia como organización o banda criminal organizada para delinquir y todavía ese partido no ha sido ilegalizado.
    ¿Qué clase de democracia tiene España?
    ¿Qué clase de Estado de Derecho tiene España?
    ¿Qué clase de justicia tiene España?

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  2. El tiempo ha demostrado que la única forma de controlar rápido y con eficiencia la pandemia es a través de las medidas autoritarias y limitativas de libertad de China. ¿Estamos dispuestos a llegar -o quizá solo acercarnos- a ese sistema de control cuasiorwelliano? Lo veo poco probable, y me alegro de ello. La pandemia tardará más en irse en occidente, pero seguiremos siendo un poco más libres (aunque tampoco mucho). Quizá en unos años una futura hegemonía oriental nos quite la razón y nos dé más tranquilidad y prosperidad a cambio de menos libertad. Enhorabuena por su blog y por artículos como este.

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