Desde el verano venimos asistiendo a un proceso de relevos institucionales en multitud de Administraciones, fruto de las respectivas elecciones que culminan ahora con el traspaso de poderes en el Gobierno de la Nación. Como consecuencia, en España, miles de cargos han cesado y otros tantos han sido nombrados. He visto alegría y expectativas en el que llega. También tristeza e incertidumbre para quien se marcha, retornando a sabe Dios dónde y a qué tareas.
En bastantes ocasiones, quien ha desempeñado un trabajo de directivo público tiene dificultades para adaptarse al nuevo puesto, quizás el mismo que dejó antes del ascenso. Lo fácil es pensar que, habituado como estaba a un cierto confort, todo son buenos recuerdos. Sin embargo, se dejan también los disgustos, las tensiones y las presiones del trabajo directivo. Eso por no hablar del enfermizo seguimiento de la prensa. Ahora, el cesante debe afrontar un delicado cambio de chip.
Trabajo directivo
La naturaleza de cualquier trabajo directivo presenta tres aspectos: variedad (las actividades son diversas y múltiples), brevedad (muchas tareas a las que sólo puede dedicar poco tiempo de manera continuada) y fragmentación, pues exige saltar –abandonando y retomando- tareas en una agenda que le va marcando el camino.
Volver a trabajar “por procesos” hará sentir a nuestro protagonista que su nuevo rol es menos rico: nada que negociar, sin objetivos visibles y con dificultades para determinar las prioridades. Tendrá que reciclarse con rapidez y volver a estudiar su materia, que –sin duda- habrá cambiado en los últimos años.
Muchos de los nuevos compañeros mantendrán cierto recelo ante la vuelta del ex–directivo, al que -sin ninguna razón- se le presume un mandón o dado a lo abstracto -una carga, vamos- más preocupado por volver a emigrar a la primera ocasión que se presente, como Pata Negra. A todo esto puede sumarse el riesgo de caer en terreno enemigo: los antiguos rivales ahora son los jefes. Quizás le espere una mesa en el pasillo, un jefe chambón y hasta el mobbing. Por el contrario, ¿podrá aspirar a entrar en un Cementerio de elefantes?
Y todo ello sin saber que es una ley natural que todo cargo está destinado a ser relevado en algún momento y que quien ahora llega también pasará por lo mismo y el proceso continuará así realimentándose mientras seguimos oyendo que los anteriores eran muy malos.
He asistido tantas veces este proceso, tanta mala leche en los relevos, tanta caza de brujas de tirios y troyanos, que es edificante ver estos días la televisión. Será que es Navidad.
Que paseis unas felices fiestas.